Infierno: una perspectiva del primer siglo

Por Tanner Campbell

La palabra “infierno” se usa hoy en día generalmente sin tener en cuenta su significado. Es una palabra tan arraigada en nuestra sociedad y nuestro lenguaje que su definición es evidente. Y, sin embargo, hoy en día existen muchos malentendidos sobre este terrible lugar. Por lo tanto, es necesaria una investigación más detallada del infierno desde una perspectiva bíblica.

Aunque la palabra “Infierno” se encuentra 14 veces en la Biblia, la palabra, por sí sola, no explica la idea original de este lugar. Así, la palabra se relaciona con la tumba y corresponde a las palabras Sheol (hebreo) y Tartarus (griego). Esto es un poco preocupante, porque no se piensa que el infierno sea la tumba y, sin embargo, ese es el verdadero significado detrás de la palabra. Es como utilizar una palabra por otra que no tiene el mismo significado. Sin embargo, nos conformaremos con la palabra infierno, siempre que entendamos el significado bíblico de la condenación eterna de los malvados.

Las traducciones de la Palabra de Dios generalmente usan la palabra “Infierno” en lugar de la palabra griega “Geenna”, a menudo escrita por la forma en que se pronuncia: “Gehenna”. Así se referían los griegos al valle de Hinom que estaba al sur de Jerusalén. Para mí, esto es lo más sorprendente del infierno: cómo la Biblia nunca atribuye un nombre original al lugar de condenación eterna. Las palabras de Jesús en el evangelio son las fuentes principales de discusiones sobre el infierno y, sin embargo, Él sólo se refiere al “infierno” con el nombre del valle al sur de Jerusalén. Un buen ejercicio para ayudar a nuestro estado de ánimo sería encontrar los lugares donde Jesús habla del “infierno” y reemplazar esa palabra en nuestra mente con “el valle de Hinom”. Por ejemplo, ¿qué pasaría si consideráramos Mateo 10:28 para leerlo de esta manera: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el valle de Hinom. O si pensáramos en Mateo 18:9 de esta manera: “Y si tu ojo te hace pecar, arráncalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el fuego del valle de Hinom.” Hacer este ejercicio probablemente no resuene bien entre nosotros, la palabra “Infierno” resonaría mejor en nuestro paradigma. Pero es importante considerar esto porque, en los dos ejemplos anteriores, esto es exactamente lo que los judíos escucharon decir a Jesús cuando pronunció estas palabras por primera vez. Entonces, Jesús no estaba dando un nombre concreto al lugar de condenación eterna, sino que estaba dirigiendo a su audiencia a un lugar físico y geográfico en la tierra desde el cual podían identificarse con la semejanza de la condenación eterna. Por lo tanto, hay algo en la semejanza del valle de Hinom que se asemeja de alguna manera al lugar que hoy llamamos “infierno”.

El valle de Hinom tiene un pasado envuelto en gran maldad. El primer gran mal que ocurrió allí fue cuando Acaz, rey de Judá, sacrificó a sus hijos en este valle (2 Crónicas 28:3). Siguiendo el ejemplo de Acaz, el rey Manasés también sacrificó allí a sus hijos (2 Crónicas 33:6). Pero esta práctica no terminó con los reyes malvados; Jeremías habló de cómo el pueblo de Judá había usado el valle de Hinom para adorar a Baal (el dios falso de los cananeos), construyendo lugares altos para el ídolo, y quemaron a sus hijos e hijas en servicio a Baal (Jeremías 7:31, 33:35). Después de esto, Dios le dice al pueblo de Judá que serán degollados y arrojados al valle de Hinom, donde sus cadáveres serán comida para las aves y los animales salvajes (Jeremías 7:32-33; 19:6-7). Dios incluso compara la destrucción ardiente de Jerusalén con el valle de Hinom (Jeremías 19:13), que también se llama “Tofet”, es decir, “el lugar del fuego”. Por último, Isaías habló sobre el juicio y la caída de los judíos que rechazaron a Jesús en el primer siglo; describió la escena de sus cadáveres, diciendo: “su gusano no morirá, ni su fuego se apagará, y serán el horror de toda la humanidad.” (Isaías 66:24). Esta fue la última frase del libro de Isaías. Jesús, haciendo referencia al libro de Isaías, habló de la “Gehena” como un lugar donde “el gusano de ellos no muere y el fuego no se apaga.” Aunque la profecía de Isaías no se refería específicamente a la Gehena, Jesús sí aplicó este tipo de lenguaje a la Gehena (Marcos 9:43-44). Esto es apropiado, porque, en la época del primer siglo, Gehena (el valle de Hinom) era un vertedero de basura humeante utilizado por la ciudad de Jerusalén y las aldeas circundantes. El humo de la Gehena ascendía constantemente desde el vertedero en llamas. Así, en el primer siglo, la Gehena física, debido a su trasfondo de gran maldad y sus actuales llamas interminables, era una ilustración relevante de la morada final de los malvados; la Gehenna espiritual, que hoy llamamos “infierno”.

Considerando todo el registro bíblico, se nos da muy poco que entender acerca del infierno. Hay una serie de imágenes figurativas que muchos creen que son revelaciones del infierno, pero una consideración más cuidadosa del contexto demostraría que dichas imágenes suelen ser figurativas de la derrota de los enemigos de Dios en varios momentos y en varios lugares de la historia pasada (como como “el abismo” y “el lago de fuego y azufre” en el libro de Apocalipsis). Si bien las imágenes son infernales, no son específicamente el infierno. Sin embargo, esto no significa que no tengamos nada que aprender de estas cosas, o que no tengan semejanza con el infierno. Estoy seguro de que los juicios pasados de Dios sobre las naciones comparten un punto común clave con el infierno: la llama ardiente de la oscuridad absoluta. Porque todos los juicios de Dios, ya sean juicios nacionales o el juicio final, comparten la característica común de los malvados que enfrentan la oscuridad exterior (Mateo 22:13; Isaías 5:30, 13:10, 34:4, 50:3; Ezequiel 32:7; Amós 5:20, 8:9; Joel 2:2, 10, 31, 3:15; Sofonías 1:15; Mateo 24:29; Marcos 13:24; Judas 1:13; Apocalipsis 16:10). Estas referencias se refieren principalmente a juicios nacionales pasados de Dios. La imagen de las tinieblas se usa incluso para juicios pasados de Dios contra los ángeles (2 Pedro 2:4). Y esta gran oscuridad tal vez signifique que la luz de Dios ya no brillaría sobre ellos. Si esto es cierto para todos los juicios pasados de Dios, ¿cuánto más en el día final del juicio? Ser arrojado a la Gehena espiritual es sufrir “el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder.” (2 Tesalonicenses 1:9). Y toda condenación de Dios, en última instancia, resulta en condenación eterna, como se ve en esta declaración de Jesús: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.… estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.” (Mateo 25:41, 46).

(Artículo traducido y editado por Caleb B. Westbrook)

Todo el deber del hombre

Por Matthew W. Bassford

«Vanidad de vanidades», dice el Predicador, «Vanidad de vanidades, todo es vanidad». ¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo Con que se afana bajo el sol? Una generación va y otra generación viene, Pero la tierra permanece para siempre. El sol sale y el sol se pone, A su lugar se apresura. De allí vuelve a salir. Soplando hacia el sur, Y girando hacia el norte, Girando y girando va el viento; Y sobre sus giros el viento regresa. Todos los ríos van hacia el mar, Pero el mar no se llena. Al lugar donde los ríos fluyen, Allí vuelven a fluir. Todas las cosas son fatigosas, El hombre no puede expresarlas. No se sacia el ojo de ver, Ni se cansa el oído de oír. Lo que fue, eso será, Y lo que se hizo, eso se hará; No hay nada nuevo bajo el sol. 10 ¿Hay algo de que se pueda decir: «Mira, esto es nuevo»? Ya existía en los siglos Que nos precedieron. 11 No hay memoria de las cosas primeras Ni tampoco de las postreras que sucederán; No habrá memoria de ellas Entre los que vendrán después.” (Eclesiastés 11:2-11)

Los primeros capítulos de Eclesiastés están seguramente entre los más sombríos de toda la Biblia. En ellos, Salomón examina la vida bajo el sol y concluye que todas las actividades humanas habituales son inútiles y vanas. La riqueza no trae satisfacción duradera. La búsqueda del placer demuestra ser inútil. La acumulación de posesiones materiales se vuelve fastidiosa.

Lo mismo ocurre con las metas que parecen ser más sabias. Por ejemplo, parece digno de elogio acumular tesoros que proveerán para sus herederos incluso después de que hayas muerto. Sin embargo, Salomón observa que tus descendientes bien pueden ser idiotas que malgastarán todo lo que cuidadosamente acumulaste.

Incluso la sabiduría en sí misma no es un camino hacia la satisfacción. Claro, puedes ir por la vida entendiendo de qué se trata la vida y tomando decisiones sabias, pero no importa cuán sabio seas, igual vas a morir. Te enterrarán en un cementerio junto a un montón de tontos, y tu situación no será mejor que la de ellos.

En resumen, Salomón nos dice que la vida bajo el sol no tiene sentido, continuamente ensombrecida por la inevitabilidad de la muerte. No importa cuán inteligentes seamos, no importa cuántas vías diferentes intentemos, no podremos resolver el problema. Cuanto más buscamos, más desesperados nos volveremos.

Aunque fue escrito hace miles de años, Eclesiastés identifica el problema central de la sociedad moderna. Hemos logrado longevidad, seguridad y abundancia sin igual. Sin embargo, estas cosas no han logrado satisfacer las necesidades más profundas del corazón humano.

A pesar de la riqueza y la comodidad, demasiados entre nosotros están tan alienados que se convierten en asesinos en masa, destruyendo a otros junto con ellos mismos en un estallido de furia nihilista. Tales cosas no sucedían en este país hace cien años, a pesar de que el país era mucho más pobre y la vida era mucho más incierta.

El mismo sentido de alienación aparece en el movimiento transgénero, en el que las personas que se sienten miserables rechazan la verdad de sus propios cuerpos en una búsqueda desesperada de satisfacción y plenitud. Aunque la disforia de género no existía en el antiguo Israel, Salomón no habría tenido problemas para diagnosticar sus causas o predecir su resultado. Con un momento de reflexión, todos nosotros podríamos identificar muchos otros síntomas de la misma enfermedad.

Por supuesto, la conclusión de Salomón en Eclesiastés no es el consejo de la desesperación. En cambio, en Eclesiastés 12:13-14, insta a sus lectores a temer a Dios y guardar Sus mandamientos. La conclusión, cuando todo se ha oído, es esta: Teme a Dios y guarda Sus mandamientos, Porque esto concierne a toda persona. 14 Porque Dios traerá toda obra a juicio, Junto con todo lo oculto, Sea bueno o sea malo.” (Eclesiastés 12:13-14) Salomón hace esta exhortación por dos razones. Primero, es todo el deber del hombre. Una vida que está enfocada en Dios encontrará sentido en la falta de sentido y esperanza en la desesperanza.

Segundo, Salomón nos recuerda que Dios traerá cada acto a juicio. Por lo tanto, aunque la vida terrenal parezca fútil y vana, en realidad es todo lo contrario. La pregunta clave de nuestra existencia no es si podemos encontrar descanso para nuestras almas bajo el sol; no podemos. En cambio, es si viviremos bajo el sol de tal manera que podamos encontrar descanso para nuestras almas para siempre en la presencia de Dios.

Nuestras vidas no carecen de significado. Más bien, son terriblemente significativos. Cada día que vivimos, la eternidad está en juego. Todos los días, damos un paso más hacia el éxito tremendo o el fracaso ruinoso. Todos los días elegimos si seremos contados con los enemigos de Dios o con sus amigos.

Vivimos en una sociedad que está a la deriva, sin rumbo y sin propósito. Sin embargo, no debemos permitir que las mentiras de la sociedad oscurezcan nuestro propósito y nuestro objetivo. Sí, la vida bajo el sol no tiene sentido, pero una vida dedicada a Dios no es sin sentido. Aferrémonos a la esperanza que se nos presenta e invitemos a todos los que nos rodean a hacer lo mismo.

(Artículo traducido y editado por Caleb B. Westbrook)

¿Estás impresionado por Dios?

Como cristianos, hablamos mucho de Dios. Oramos a Dios todos los días, escuchamos lecciones acerca de Dios y leemos Su Palabra. Sin embargo, con todo lo que hablamos acerca de Dios, a veces podemos caer en la trampa de olvidar cuán grande y maravilloso es realmente Dios. Podemos volvernos demasiado familiares o cómodos con Él. Es refrescante y necesario recordarnos constantemente que todo lo que hacemos debe estar dirigido a Dios (Colosenses 3:17). Dios no es una cosa, ni un ser imaginario, ni es una cosa que servimos, sino que es el “Quién”, es el Uno sobre todas las cosas, es nuestro Padre. Dios es el Ser más elevado que jamás podríamos concebir y si pensamos que podemos envolver nuestras mentes alrededor de Dios, entonces nuestro concepto de Dios está equivocado. Dios es infinito y eterno. Necesitamos estar constantemente asombrados por Su grandeza.

¿Cuándo fue la última vez que te detuviste y te impresionó Dios? ¿Alguna vez te has impresionado sin palabras con Dios? ¿Alguna vez has sentido el profundo asombro al tratar de concebir al inconcebible y eterno Creador? Si no es así, querido amigo, te estás perdiendo un gozo verdaderamente especial y una parte maravillosa de tu relación con Dios.

Dios no guarda silencio sobre su grandeza. Él no se está jactando ni alardeando, sino simplemente describiendo la realidad de quién es Él. La Biblia está llena de ejemplos y testimonios de la grandeza y majestad de Dios. Consideremos algunos puntos de la grandeza de Dios expresada en la Palabra de Dios para ayudar a reavivar la chispa de asombro en nuestro corazón para que Jehová nuestro Padre realmente nos impresione.

1. Debemos estar impresionados por Dios al ver Su obra en la creación.

Nota lo que dice el salmista acerca de la grandeza de Dios vista en Su obra de la creación: “Los cielos proclaman la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día, Y una noche a la otra noche revela sabiduría. No hay mensaje, no hay palabras; No se oye su voz. Pero por toda la tierra salió su voz, Y hasta los confines del mundo sus palabras.” (Salmo 19:1-4a). Muchas veces estamos asombrados por la creación que nos rodea. Cuando nos paramos en la playa y vemos un hermoso atardecer, cuando subimos una montaña para ver el amanecer, cuando vemos las hermosas cascadas a nuestro alrededor; hay innumerables maneras de quedar impresionado y asombrado al contemplar la creación que nos rodea. Desde las mejores vistas hasta el organismo microscópico, hay orden y belleza a nuestro alrededor. ¿Cómo no vamos a estar impresionados?

Sin embargo, muchas personas se asombran al ver la naturaleza, pero no se dan cuenta de que el creador de toda esta maravillosa belleza es mucho más impresionante que la creación misma. Dios es Aquel que pronunció Su Palabra para crear todas las cosas que vemos (Génesis 1:1-3, Hebreos 11:3) “Porque toda casa es hecha por alguno, pero el que hace todas las cosas es Dios.” (Hebreos 3:4) Las obras maravillosas de Dios son prueba de que Él es un Dios de verdad, bondad, belleza y orden. Cuando apreciamos los hermosos momentos de la vida, debemos centrarnos más profundamente en Aquel que creó todos esos momentos y bendiciones: ¡nuestro Padre impresionante y maravilloso!

2. Debemos estar impresionados por la majestad y el poder de Dios al ver sus juicios

¿Alguna vez has estado en una ciudad importante como Nueva York o Londres? Las vastas ciudades y los altos edificios que la humanidad ha construido son verdaderamente espectáculos para la vista. Sin embargo, Dios es mucho más grande e impresionante que cualquier cosa que la humanidad pueda esperar imaginar. Al describir la grandeza de Dios, el profeta Isaías declara: Las naciones le son como gota en un cubo, Y son estimadas como grano de polvo en la balanza. Él levanta las islas como al polvo fino. (Isaías 40:15). Sin embargo, desde los primeros días de la humanidad, la gente ha buscado levantar torres idólatras de codicia, poder y orgullo para tratar de atacar la grandeza de Dios (ver el ejemplo de la torre de Babel – Génesis 11:1-9). Vez tras vez, Dios ha traído juicio contra las naciones malvadas. Incluso las naciones más poderosas de las que la historia ha sido testigo, como los imperios egipcio, babilónico, persa y romano, encontraron su fin cuando Dios trajo Su juicio contra ellos.

Nada de lo que puedan hacer las naciones puede detener el asombroso poder de Dios. “Porque del Señor es el reino, Y Él gobierna las naciones.” (Salmo 22:28). Dios es más poderoso y asombroso que cualquier nación o ejército. Él es el Señor de los ejércitos y los juicios que ejecuta son verdaderamente terribles y nos humillamos al contemplarlos. Su poder es insuperable. “Vengan, contemplen las obras del Señor, Que ha hecho asolamientos en la tierra; Que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; Quiebra el arco, parte la lanza, Y quema los carros en el fuego. Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; Exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra.” (Salmo 46:8-10).

Los juicios que Dios trae contra las naciones arrogantes del hombre no son más que un presagio del juicio final que Dios traerá a todas las personas. Dios será un juez justo y ejecutará un juicio perfecto. No habrá nada comparado con el juicio final que Dios traerá (2 Corintios 5:10).

3. Debemos estar impresionados por Dios debido a Su amor eterno por nosotros.

Aunque podemos estar impresionados por la maravillosa obra de creación de Dios y sus juicios incomparables, lo más impresionante de Dios que debería conmovernos en lo profundo de nuestras almas es el amor constante de Dios por nosotros. Aunque todos hemos pecado y rechazado Su ley (Romanos 3:23) y hemos sido Sus enemigos (Romanos 5:9-10), Dios todavía ha elegido amarnos hasta el punto de enviar a Su propio Hijo a morir por nosotros. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Cuando comprendemos la terrible consecuencia de nuestro pecado, debemos ser movidos con gran amor para quedar completamente impresionados por el amor de nuestro maravilloso Dios y Padre.

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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¿De verdad conoces a Dios?

La mayoría de la gente respondería con un rotundo “sí” a la pregunta: “¿Conoces a Dios?” Conocer a Dios conlleva la idea de conocimiento sobre sus cualidades, obras, carácter e identidad. Aunque podamos sonar con una afirmación positiva acerca de conocer a Dios, puede hacernos bien hacer una pausa en esta afirmación y tratar de entender lo que queremos decir con esto. Para ayudarnos a examinar esto, comencemos primero con la vida de Moisés.

¿Moisés conocía a Dios? Bueno, ¡de todas las personas asumiríamos que Moisés conocía a Dios! Estaba claro que Moisés había hablado con Dios en la zarza ardiente (Éxodo 3:2) y se había comunicado con Dios en numerosas ocasiones durante el éxodo de Israel de Egipto. Moisés subió al monte Sinaí y se comunicó directamente con Dios cuando recibió la ley (Éxodo 19-32). Incluso después del tiempo de Moisés en el monte Sinaí, pasó mucho tiempo en la tienda de reunión fuera del campamento, comunicándose directamente con Dios (Éxodo 33:7-8, 11). Éxodo 33:11 incluso dice: “Y el Señor acostumbraba hablar con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo…” Sin duda, Moisés conocía a Dios, ¿verdad?

Con una relación y comunicación tan directa con Dios, es asombroso considerar lo que Moisés dice en Éxodo 33:13: “Ahora pues, si he hallado gracia ante Tus ojos, te ruego que me hagas conocer Tus caminos para que yo te conozca y halle gracia ante Tus ojos. Considera también que esta nación es Tu pueblo.” La súplica de Moisés es conocer los caminos de Dios para que él pueda conocer a Dios. Aunque Moisés había pasado tanto tiempo con el Señor, todavía sentía que no conocía completamente a Dios. Esta petición de Moisés se hizo en el contexto de pedir que la presencia de Dios permaneciera con los hijos de Israel y más adelante en el texto Moisés pide ver la gloria de Dios. Moisés sabía mucho más acerca de Dios que cualquiera de los otros israelitas. Sin embargo, tenía un deseo constante de conocer más a Dios y reconocía sus limitaciones de conocimiento. Además, parece evidente que Moisés comprendió que es imposible que cualquier mortal tenga un conocimiento absoluto de Jehová.

Nuestro conocimiento y experiencia personal son simplemente demasiado limitados para que podamos comprender al Eterno Dios. A pesar de la impresionante cantidad de contacto e interacción de Moisés con Dios, Moisés, en su humildad, reconoció que la búsqueda de conocer a Dios nunca se logró por completo en esta vida. Dios está más allá de nosotros incluso en nuestra imaginación. Podemos vislumbrar esta imposibilidad en Job 11:7-9 – “Podrás tú descubrir las profundidades de Dios? ¿Podrás descubrir los límites del Todopoderoso? Altos son como los cielos; ¿qué puedes tú hacer? Más profundos son que el Seol; ¿qué puedes tú saber? Más extensa que la tierra es su dimensión, Y más ancha que el mar.” Mas, Isaías 40 presenta una perspectiva verdaderamente impresionante de la grandeza de Dios. El entendimiento de Dios es inescrutable y está más allá de nuestro alcance. “¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra No se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable.” (Isaías 40:28). Dios no puede ser “conocido” por los esfuerzos humanos. Incluso cuando Dios se revela a Sí mismo, no nos da todo para entender. Es imposible para nosotros comprender todo lo que Él es, era y será.

Entonces, si Dios está más allá de nuestro entendimiento y Moisés incluso buscó continuamente conocer a Dios, ¿cómo deberíamos hablar entonces de “conocer” a Dios? Demasiadas veces hoy actuamos como si conocer a Dios fuera algo frívolo. Actuamos con arrogancia como si “sabemos” lo que Dios piensa sobre determinados temas y proclamamos con orgullo lo que Dios quiere o no quiere. Pablo en Romanos 11:33 se hace eco de Isaías cuando dice: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos!” Cuando vamos más allá de las Escrituras, hemos superado el área de conocimiento que Dios nos ha dado para conocerlo. La única forma en que podemos llegar a conocer a Jehová a través de cualquier capacidad es a través de la forma en que Él ha elegido revelarse mediante la revelación.

Cuando tratamos arrogantemente de poner a Dios en una caja de lo que Él puede y no puede hacer, o le imponemos nuestros pensamientos, limitaciones o deseos, es un acto de orgullo pecaminoso e idolatría. Nuestra cultura humanista y modernista cree tontamente que “el hombre es la medida de todas las cosas” y que Dios debe ajustarse a nuestra racionalidad y sensibilidad. Cuando vemos a Dios a través de una lente tan limitada y restrictiva, no es a Dios a quien vemos, sino al ídolo que hemos creado. Dios es ilimitado y vasto. Nunca debemos ser arrogantes o frívolos con la idea de conocerlo. Más bien, deberíamos ser como Moisés, quien, aunque conversaba con Dios, todavía deseaba constantemente conocer los caminos de Dios, conocerlo y ver Su gloria.

La buena noticia es que podemos conocer a Dios de la manera que Él nos ha prescrito. Jesucristo es Emmanuel, Dios con nosotros, y vino al mundo para revelarnos al Padre (Juan 14: 7-10; 17: 25-26). Debemos llegar a conocer a Cristo porque Él es el único Camino al Padre (Juan 14: 6). Conocer verdaderamente a Dios es tener vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17: 3). Es posible conocer a Dios a través de Jesús, pero esto no es un conocimiento de la capacidad humana, sino un conocimiento por la fe. Es un conocimiento sagrado que debemos alcanzar. Aun así, tal conocimiento nunca es completo en este lado de la eternidad. Es algo que debemos continuar, como lo hizo Moisés, esforzándonos por conocer cada vez más los caminos de Dios y quién es Él. Como dijo Pedro, que podamos seguir esta instrucción, “Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:18).

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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¿Bajo qué autoridad vives?

Los judíos, a pesar de sus malos motivos para poner a prueba a Jesús, le hicieron una pregunta muy importante: “¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Jesús les da la vuelta a la pregunta y les pregunta sobre la autoridad del bautismo de Juan. Incluso los judíos reconocen que solo hay dos opciones de autoridad: 1) el cielo o 2) el hombre. La mayoría de nosotros reconocemos el concepto de autoridad a nuestro alrededor. Los gobiernos tienen autoridad sobre sus ciudadanos, los padres tienen autoridad sobre sus hijos, los jefes tienen autoridad sobre sus empleados. En pocas palabras, la autoridad es “el derecho a ordenar o hacer cumplir obediencia.” La autoridad está a nuestro alrededor todos los días y todos nosotros seguimos una autoridad en nuestras vidas. No podemos escapar de la autoridad, pero podemos elegir a qué autoridad nos someteremos.

Aunque Pilato como gobernador romano tenía autoridad para gobernar a sus súbditos, vemos que su autoridad no se originó en él mismo. “Pilato entonces le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte?». Jesús respondió: «Ninguna autoridad tendrías sobre Mí si no se te hubiera dado de arriba…” (Juan 19:10-11). Esto nos enseña una lección muy importante, a saber, que toda la autoridad que existe en el mundo hoy en día es derivada o permitida por Dios mismo. Dios es la máxima autoridad de todas las cosas. ¿Por qué? Porque Él es el Creador y solo Él tiene el derecho de dirigir cómo se debe operar Su creación (Génesis 1:1, 1:26-27). Parte del énfasis del libro de Mateo es que Jesús es la manifestación de la autoridad de Dios. Jesús habló con autoridad (Mateo 7:28-29), Dios dijo específicamente que debemos escuchar solo a Cristo (Mateo 17:5) y Jesús mismo declaró antes de su ascensión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18). Debido a que Jesús tiene toda la autoridad, Él tiene el derecho de mandar y hacer cumplir la obediencia. Él permite toda otra autoridad que pueda existir, pero ninguna autoridad inferior o sujeta debe contradecir o tratar de rebelarse contra la autoridad de Cristo. Tristemente, muchas personas hoy en día quieren crear sus propios estándares de autoridad (autoridad del hombre). Examinamos algunos de estos estándares humanos e intentamos entender por qué son malos sustitutos de la autoridad de Cristo cuando la gente abusa de ellos.

  • El Gobierno – Los gobiernos se dan para orden, organización y protección (Romanos 13:1-7). Estamos obligados a someternos a su autoridad y honrar a nuestros líderes (1 Pedro 2:13-14). Sin embargo, la autoridad del gobierno no es la máxima autoridad en nuestras vidas. Si el gobierno alguna vez nos dice que hagamos algo que es contrario a la autoridad de Cristo, entonces no debemos seguir esa autoridad. Pedro y los apóstoles se enfrentaron a esta situación cuando el gobierno judío les dijo que dejaran de predicar a Cristo. Los apóstoles se dieron cuenta de que su fidelidad era primero a Dios antes que a los hombres y Pedro declaró con valentía: “Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres.” (Hechos 5:29). A veces, las personas apelan al gobierno o a la legalidad de una acción para obtener la aprobación de dicha acción. Si bien debemos esforzarnos al máximo para obedecer pacíficamente las leyes del país, debemos darnos cuenta de que el gobierno no tiene la máxima autoridad en nuestras vidas.
  • La Familia – La familia es una maravillosa bendición en la vida y una fuerte fuente de significado y autoridad. Los hijos deben obedecer a sus padres y someterse a su disciplina (Efesios 6:1-2). Sin embargo, si los padres o la familia tienen tradiciones que son contrarias a la palabra de Dios, los miembros de la familia deben decir “no” y poner su fidelidad a Dios por encima de su fidelidad a los deseos de su familia. A veces, las familias pueden tener tradiciones pecaminosas como la embriaguez, la lascivia, la falsa doctrina u otros comportamientos pecaminosos y en estos momentos los cristianos deben ponerse de pie y decir: Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres. (Hechos 5:29). Jesús nota la necesidad de elegir Su autoridad sobre la autoridad de nuestra familia en Mateo 10:37-38: “El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí.Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí.”
  • La Iglesia Local – La iglesia local es una tremenda bendición de santos unidos que viven como familia y trabajan juntos en el Señor. El Señor le ha dado a la iglesia local áreas de autoridad para ejercer en asuntos de instrucción, aliento y disciplina (2 Tesalonicenses 3:1-16). Tristemente, muchas personas en el mundo de hoy miran a su iglesia local como “la autoridad” en lugar de a Cristo como su verdadera autoridad. Cuando se enfrentan a preguntas bíblicas o doctrinas, muchas personas confiarán en “lo que dice su pastor”, o “lo que enseña su iglesia”, o “lo que cree un grupo de iglesias.” Muchas personas pondrán su esperanza y confianza en lo que dirán los hombres en lugar de poner su confianza en lo que Cristo dice a través de Su santa palabra. No debemos tener la “doctrina de la iglesia” como nuestra autoridad, sino que debemos tomar lo que dice la palabra de Dios como nuestra autoridad. Si la iglesia de la que somos parte no está enseñando la palabra de Dios como su única autoridad, entonces debemos exigir respetuosamente que volvamos a la palabra de Dios. La iglesia local no es perfecta, Cristo es perfecto, por eso Él es nuestra máxima autoridad y la iglesia local no lo es. La iglesia local (por más que sea una bendición), solo se compone de hombres falibles, pero la Biblia es la perfecta palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16-17). Si alguna vez nos encontramos en una encrucijada donde encontramos que la “doctrina de la iglesia” se opone a la autoridad de la palabra de Dios, entonces debemos decir humildemente: Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres. (Hechos 5:29)

En cada uno de estos ejemplos hemos visto cómo las personas confunden cosas que tienen grados de autoridad en nuestra vida y las ponen en lugar del único Verdadero que tiene toda autoridad: Jesucristo (Mateo 28:18). Necesitamos respetar a las autoridades en nuestras vidas, pero solo debemos ser fieles y confiar en el estándar y la autoridad supremos de la palabra de Dios. Cuando se nos pregunta: “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” Asegurémonos de que no estamos siguiendo los estándares falibles de la autoridad del hombre, sino que solo estamos siguiendo, confiando y obedeciendo la autoridad del cielo y de Jesucristo.

“Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18).

“Mientras estaba aún hablando, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: «Este es Mi Hijo amado en quien Yo estoy complacido; óiganlo a Él».” (Mateo 17:5)

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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Excepciones peligrosas

En 1 Samuel 15, el rey Saúl se enfrenta a una decisión: ¿Destruirá a los amalecitas, o escuchará al pueblo y perdonará al ganado ya su rey? Como muestra el texto, Saúl pensó que estaba cumpliendo el mandamiento de Dios. Cuando se encuentra con Samuel, Saúl declara: “He cumplido el mandamiento del Señor.” (1 Samuel 15:13). Samuel desafía esta noción y pregunta por qué escucha al ganado. Saúl echa la culpa de la decisión al pueblo, pero además creó una excepción en su mente al mandato del Señor. En el punto de vista de Saúl, el mandamiento de Dios de “destrucción total” tenía excepciones porque las excepciones iban a ser usadas por la noble razón del sacrificio. Sabemos que esto estaba en el corazón del asunto por la forma en que Samuel respondió: “¿Se complace el Señor tanto En holocaustos y sacrificios Como en la obediencia a la voz del Señor? Entiende, el obedecer es mejor que un sacrificio, Y el prestar atención, que la grasa de los carneros…” (1 Samuel 15:22).

Una lección vital que aprendemos de este fracaso del rey Saúl es que Dios no quiere que inventemos nuestras propias excepciones o cambios a sus mandamientos. No importa cuán noble pensemos que es nuestro razonamiento para crear una excepción, Dios quiere que obedezcamos, no que cambiemos Sus mandamientos. La Biblia está llena de advertencias sobre personas que inventaron sus propias excepciones a la ley de Dios y pagaron el terrible precio de su desobediencia. Nadab y Abiú querían una excepción para el fuego extraño (Levítico 10:1-3); Uza y David querían una excepción por tocar el arca del pacto (1 Crónicas 13:9-14); los judíos crearon excepciones de por qué no tenían que mantener financieramente a sus padres sino dar dinero para el templo (Mateo 7:9-13).

Es peligroso crear una excepción a una de las leyes de Dios si Él no ha autorizado una excepción. Deuteronomio 4:2 dice, “Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando.” Si hacemos excepciones a la ley de Dios que Él no ha autorizado, entonces somos culpables de añadir a Su ley. Al crear nuestras propias excepciones, nos rebelamos contra la autoridad de Dios y nos colocamos como jueces y autoridades en lugar de someternos a Su Ley. Dios no deja en nuestras manos la decisión de crear excepciones. Esto es tan simple como una de dos posibilidades: 1) Una excepción es algo que Dios ha establecido, y debemos entenderlo y aplicarlo, o 2) Una excepción proviene de nuestra propia creación para justificar nuestras acciones.

Podemos tener confianza en que las excepciones son bíblicas cuando se encuentran en la santa palabra de Dios.

Si no hubiera una guía bíblica sobre las excepciones, entonces se nos dejaría determinar nuestras propias excepciones a la ley de Dios. Esto sería un caos. Sin ningún estándar o guía de excepciones, se dejaría que cada persona decidiera su sentido de la justicia, lo que conduce a la anarquía, la rebelión y el caos (ver Jueces 21:25). Hay muchas personas en el mundo de hoy que cambian el patrón de la palabra de Dios alegando “excepciones” a Su patrón. Desde mujeres que actúan como predicadoras y pastoras, hasta errores con respecto a la salvación solo por la fe, hasta música instrumental en la adoración, hasta error sobre divorcio, hay tantas justificaciones erróneas que las personas han creado bajo la categoría de “excepciones.” Si no seguimos la ley de Dios con respecto a las excepciones, estaremos condenados a caer en el mismo ciclo de desobediencia.

Es tal tentación para nosotros seguir la sabiduría de los hombres y nuestro propio orgullo y autojustificación que queremos crear excepciones a la ley de Dios cuando Él no ha establecido una excepción. Miremos el ejemplo de este tipo de fracaso y tentación en el ejemplo de Mateo 15:1-9. En este texto Jesús condena a los judíos por crear excepciones a la ley de Dios por sus propias tradiciones. “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre.” (Mateo 15:4-6a). Los judíos habían usado su idea de una excepción (al pagar dinero al templo) para excusarse por proveer para las necesidades de sus padres. Jesús dijo que por su invención de la falsa excepción estaban pecando: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.(Mateo 15:6b). Si alguna vez tratamos de eludir la clara enseñanza de Dios tratando de inventar excepciones que Dios no ha comunicado, entonces somos culpables del mismo pecado que los judíos en Mateo 15. Jesús tiene palabras muy duras para los judíos que crearon sus propias excepciones: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.(Mateo 15:7-9). Si inventamos nuestras propias excepciones entonces no estamos siguiendo la Palabra de Dios, sino que estamos practicando las doctrinas de los hombres.

Nunca debemos tratar de invalidar la ley de Dios con nuestras excepciones. Eso demuestra rebeldía y falta de fe. Tengamos cuidado de no caer en el pecado del rey Saúl y de los judíos que buscaban justificarse con falsas excepciones. Sólo aceptemos las excepciones que Dios ha establecido. No importa si las excepciones son creadas por nuestros amigos, nuestra familia, o incluso si las excepciones son aceptadas por nuestra iglesia local, si una excepción no es de Dios entonces es de la tradición de los hombres. Examinemos la Biblia con fe y sigamos la Palabra de Dios solo como Él prescribe. ¡No añadamos ni quitemos de Su perfecta Ley, sino obedezcámosla tal como Él nos la ha entregado! (Deuteronomio 4:2)

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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Cristo en vosotros, la esperanza de gloria

En Colosenses 1:27 encontramos que Pablo está haciendo un punto interesante acerca de que Dios revela las riquezas de su gloria, afirma,  a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.”

A pesar de que puede haber oído la frase, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” tenemos que preguntarnos una pregunta importante: ¿Sabemos realmente lo que esto significa? Para encontrar la comprensión adecuada del significado de esta frase, volvamos al texto para entender mejor el significado de la enseñanza de Pablo.

La misión de Pablo

Pablo era un hombre que estaba completamente dedicado al servicio de Dios. Como resultado de su trabajo y predicación, hubo muchas veces que fue perseguido y tuvo que sufrir mucho. Pablo no se quejó de sus sufrimientos, sino que se regocijó de poder servir a los demás y dar gloria a Cristo. Colosenses 1:24 – “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia.”

Pablo se hizo un ministro de la Iglesia que es de Cristo por una razón específica. Dios le dio una mayordomía para predicar completamente la palabra de Dios. Pablo declara en Colosenses 1:25, “de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios.” La meta y el propósito de Pablo era predicar la palabra de Dios. No le interesaban los pensamientos ni las costumbres de los hombres. No le interesaba la fama ni la popularidad. No le interesaba la política. Quería predicar la palabra de Dios para cumplir su propósito y beneficiar a otros.

El mensaje de Pablo

Al predicar (o proclamar) la palabra, Pablo necesitaba entender el mensaje que estaba presentando. Necesitaba transmitir esa comprensión y entendimiento del mensaje a los demás. Pablo dice que la palabra de Dios que predicó fue un “misterio.” Un misterio no es algo que no se puede conocer, sino que es algo que está temporalmente oculto y se espera que se revele. Pablo dice en el versículo 26, “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos.” El misterio del evangelio fue manifestado o revelado a los santos de Dios, a su pueblo, a los cristianos. El misterio del evangelio no se había entendido completamente en épocas anteriores de Cristo, pero Dios lo había revelado a través de Cristo.

Este mensaje tiene un propósito y objetivo. Pablo nos muestra en Colosenses 1:27 que Dios quiso dar a conocer las riquezas de su gloria a sus santos. ¿Pero cuáles son las riquezas de su gloria? Pablo nos revela de qué se trata realmente este misterio. “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” Este es el propósito del mensaje del evangelio y el plan que Dios tenía para su pueblo. Que Cristo habitaría en ellos a través de su palabra, enseñanza, influencia y amor.

Pablo enfatiza aún más esto en el versículo 28 donde dice: “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.” El objetivo de la admonición y la enseñanza del evangelio es presentar a cada persona completa o perfecta en Cristo. Cuando nosotros, a través del poder del Espíritu, transformamos nuestras vidas para reflejar la verdad y el amor de Cristo, entonces Cristo mora dentro de nosotros. Esa es la meta de Dios para nosotros y la manifestación de las riquezas de su gloria. Él quiere que seamos como Cristo.

La esperanza de Gloria

Habiendo visto la misión de Pablo y el mensaje del misterio de Dios, podemos entender mejor que tener a Cristo en nosotros significa que estamos dejando que la verdad y el amor de Cristo transformen nuestras vidas para completarnos en Él. Sin embargo, en Colosenses 1:27, Pablo sigue con una frase importante, “la esperanza de gloria.” El concepto de esperanza tiene un significado de anhelo por algo que aún no se ha visto o realizado. Con esto en mente, entendemos que este proceso de ser completo en Cristo es algo que se hace con esperanza. No lo logramos completamente en un solo momento, pero es un viaje por toda la vida que está dirigido por nuestro deseo por la gloria de Cristo. Es en la esperanza de gloria que estamos siendo transformados para ser completos en Cristo por la enseñanza y exhortación de la palabra de Dios.

Debemos recordar esto cuando estamos siendo amonestados por la palabra de Dios. Cuando somos llamados a arrepentirnos o cambiar nuestras vidas. Cuando nos enfrentamos a la persecución o al desánimo. Debemos recordar que es para la esperanza de gloria que sigamos adelante. Para tener Cristo en nosotros. Para ser completo en Cristo. Este proceso no es fácil y significa que debemos humillarnos y estar listos para recibir y obedecer la Palabra de Dios. Debemos elegir tener a Cristo en nosotros, la esperanza de la gloria. ¿De verdad usted quiere tener esa esperanza?

Si es así, debemos ser serios y dedicados a seguir el ejemplo de Jesús. Debemos escuchar sus palabras mediante la lectura de la Biblia. Debemos seguir Su patrón cambiando nuestras vidas para parecernos a Su vida. Debemos trabajar por la causa de Su iglesia y compartir Su palabra. Si realmente no estamos haciendo estas cosas, realmente no queremos la esperanza que Dios promete aquí. Abramos nuestros corazones a la palabra de Dios y dejemos que Cristo habite en nosotros. ¡Seamos como Cristo, la esperanza de la gloria!

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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Simplemente cristianos

Si siembras semillas de tomate en tu jardín, ¿qué esperas que crezca? ¿Calabaza, pepino o pimientos? ¡Claramente no! Si siembras semillas de tomate esperarás cultivar plantas de tomate que luego producirán tomates. Las semillas producirán el fruto de su propia clase. Todos en el mundo entienden esta ley natural básica. Jesús utilizó la imagen de una semilla en numerosas ocasiones a lo largo de sus enseñanzas en sus parábolas (Marcos 4:1-29, las parábolas del sembrador y del crecimiento de la semilla). Jesús enseñó que la palabra de Dios es la semilla que se siembra en los corazones de la humanidad (Marcos 4:14). Pero, ¿qué producirá la palabra de Dios?

Al igual que la semilla de tomate producirá tomates según su propio tipo, la semilla de la palabra de Dios también producirá una planta según su propio tipo. Pero, ¿qué produce realmente la Biblia? Examinemos algunos textos importantes para descubrir qué es lo que la Biblia está tratando de producir en nuestros corazones.

Primero, vemos que la Biblia nos comunica el patrón de la vida de Jesús para que nosotros lo sigamos. 1 Pedro 2:21 declara, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.” Jesús es nuestro ejemplo que debemos seguir. A través de muchas veces, la Biblia nos muestra la necesidad de ser como Cristo en nuestras vidas. Pablo declaró en 1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” La esperanza del Evangelio es que nos transformaríamos para ser como Cristo en nuestras vidas. “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Colosenses 1:27).

Sin embargo, tal vez te preguntes, ¿qué tiene esto que ver con la semilla? Si la palabra de Dios es una semilla que va a transformar una vida de la oscuridad a la luz para que un alma se convierta en el modelo de Cristo, entonces sabemos lo que la semilla del evangelio producirá. No siembras tomates y esperas obtener papas. Tampoco siembras el evangelio en tu corazón y esperas obtener algo más que el patrón de Cristo. Él nos ha llamado a la santidad y eso es lo que encontraremos en nuestras vidas si aceptamos y obedecemos la semilla del evangelio, ¡Su santa palabra! (1 Pedro 1:15-16).

Cuando miramos a los seguidores de Cristo en el Nuevo Testamento, vemos que eran discípulos que habían aceptado la semilla de la palabra en sus corazones (Hechos 2:41-42). ¿Quiénes eran estas personas? ¿Qué nombre usaron? Puede sonar extraño, pero estas personas eran simplemente cristianos. Hechos 11:26 dice: “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.” Se los llamó cristianos. ¿Por qué fueron llamados cristianos? Porque la palabra de Dios como semilla produce una planta según su propio tipo. ¡Produce personas que siguen el patrón de Cristo y viven como Él!

Tristemente, hoy el mundo religioso no tiene esta simple claridad y verdad. La palabra de Dios es una semilla única que producirá un cristiano. La Biblia no dice que la semilla producirá algo más que un cristiano. Cuando la palabra de Dios se siembra en el corazón de alguien y se recibe con honestidad y obediencia, esa persona simplemente será cristiano. Sin embargo, el mundo que nos rodea dice que las personas pueden optar por identificarse como lo que les gustaría y aún afirman ser cristianos.

Estas religiones y prácticas no provienen de la semilla de la palabra de Dios, provienen de la semilla de los pensamientos y las tradiciones del hombre. La palabra de Dios, la semilla, solo producirá cristianos. No producirá Mormones, Testigos de Jehová, Bautistas, Católicos, Adventistas, Pentecostales o cualquier otro nombre extra bíblico que haya sido creado por la tradición humana. ¡La semilla santa de la Palabra de Dios produce solo cristianos! (Hechos 11:26)

Podemos examinar la fuente de una planta mirando su fruto. Jesús dijo en Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” Si encontramos una planta de fresa en nuestro jardín, sabemos que no vino de semillas de tomate, sino de su propio tipo de semilla. Cuando vemos grupos religiosos que producen algo más que simplemente cristianos, sabemos que su semilla no es la simple verdad de la palabra de Dios. ¿No deberíamos dejar de lado las tradiciones de los hombres y aceptar solo la palabra de Dios?

Si aceptamos y obedecemos la palabra de Dios, seremos cristianos, nada más, nada menos. ¿Por qué no confiar solo en el evangelio de Cristo para transformar tu vida y hacer que te parezcas a Cristo? ¡Seamos cristianos, nada más y nada menos! (Marcos 16:16; Hechos 2:38)

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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La locura de predicar

Por Chad R. Wadlington

“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” (1 Corintios 1:21).

Hay momentos en nuestra lectura de la Biblia que nos encontramos con un versículo o frase que nos da alguna dificultad. Un primer vistazo al versículo de arriba ha causado un gran sobresalto cuando suponen que Pablo dice que la predicación es una locura. Me imagino que su confusión se agravaría al considerar cuatro versículos antes que Pablo dijo: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar…” (v. 17). Tomando ambos juntos, uno podría concluir que Cristo envió a Pablo empeñado en la locura. Parece que al menos había algunos en Corinto que pensaban eso.

La iglesia de Corinto estaba luchando contra una cultura dominada por el intelectualismo. La sociedad que los rodeaba había denunciado la predicación de Pablo como una completa tontería y su influencia estaba influyendo en la evaluación de los cristianos sobre la forma y el mensaje de la predicación del evangelio. En la primera carta a los Corintios, Pablo muestra la verdadera necedad de aquellos que se creen lo suficientemente sabios para evaluar los caminos de Dios.

Comienza su admonición contra la división que paraliza la iglesia. Al igual que con los filósofos griegos y sus discípulos, los cristianos se dividían entre sí según el maestro elegido (1 Corintios 1:12). El mundo pagano fue persuadido más por la manera o el estilo de un maestro que por su mensaje, pero este no debía ser el estándar de evaluación del cristiano. A ellos les escribió: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” (1 Corintios 1:17). Los corintios debían quedar impresionados con la enseñanza más que con el maestro. Aquel de quien fueron enseñados y bautizados era importante. Es por eso que Pablo no vino a ellos con palabras persuasivas de sabiduría humana para que su fe no fuera en la sabiduría y no en el poder de Dios (1 Corintios 1:17; 2:1-5). Más tarde enfatizó que los que bautizan o predican nada son (1 Corintios 3:7). La división de la iglesia de Corinto fue simplemente el resultado de evaluar la manera de predicar como lo hacían los paganos, “Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:3).

El problema con el comportamiento carnal era que el hombre natural rechaza las enseñanzas de Dios, pensando que son locura (1 Corintios 2:14). Y ese fue el siguiente paso para la iglesia de Corinto si estaban tratando de seguir el ritmo de la cultura. Los intelectuales ya habían juzgado el mensaje de la predicación como una locura. ¡Ciertamente los cristianos no querían seguir esa “sabiduría” y poner en peligro su salvación! Así que en 1 Corintios 1:18-25, Pablo toma prestada la acusación pagana de “necedad” para demostrar que Dios en su “necedad” es todavía más sabio que el más sabio de los hombres. “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” (1 Corintios 1:20).

Es como si Pablo fuera un juez que llama a la corte, exigiendo el testimonio de los intelectuales que se creen lo suficientemente sabios para evaluar los caminos de Dios. Y cada vez que Dios lanza un desafío al hombre, es serio. Jesús desafió a sus enemigos: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46). Dios desafió a Job: ¿Quién es ese que oscurece el consejo, Con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás. (Job 38:2-3).

En nuestro texto de Corinto, Pablo cita a Dios, quien desafió la sabiduría de Israel al intentar salvarse a sí misma a través de alianzas, en lugar de confiar en su poder (Isaías 29:14). Ahora Pablo desafía a los intelectuales de Corinto, con la pregunta inferida: “¿Adónde han llevado alguna vez sus actividades filosóficas?” La respuesta no estaba en ninguna parte: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” (1 Corintios 1:21).

Por más que lo intentaron, sus actividades fueron un callejón sin salida. A través de su sabiduría no estaban más cerca de Dios, la salvación todavía estaba fuera de su alcance y estaban condenados a perecer. En su “sabiduría” rechazaron lo único que salvaría, el mensaje del evangelio. Consideraron que ese mensaje era una locura. El judío tenía su idea del Mesías, un reinado físico en el trono de David y Jesús no colmó sus expectativas. El griego tenía su idea de un Salvador y no era un Salvador que no podía salvarse a sí mismo. Sin embargo, no era la idea judía o griega lo que importaba. Los caminos de Dios no están sujetos a las ideas de los hombres (Jeremías 10:23; Isaías 55:8-9). Dios en su sabiduría escogió la cruz y fue ese mensaje “tonto” el que salvó a los que creyeron.

En todo su escrutinio, los intelectuales habían pasado por alto la única razón por la que consideraban que la cruz era una tontería, porque no la habrían elegido. El hombre se convirtió en el fin de su propio razonamiento y ¿qué tan ilustrado es eso? ” Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios… a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:27-29). Aquí Pablo ha cerrado el círculo exponiendo el núcleo del problema, evaluando la manera y el mensaje de la predicación del evangelio según los estándares mundanos. El fin de la sabiduría humana es humano y cada vez que el hombre se eleva, reemplaza a Dios como autoridad suprema. ” Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” (Gálatas 6:14). Toda gloria, honor y adoración son de Dios y no se pueden compartir con nadie (1 Corintios 1:31). “Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” (Romanos 16:27).

El problema de Corinto se erige como una advertencia para aquellos que hoy critican la manera y el método de predicar el evangelio. Los “intelectuales” denominacionales afirman que el poder del evangelio ha perdido su eficacia en manos de hombres incapaces cuyo estilo es arcaico y cuyo contenido no es ilustrado. Lamentablemente esa actitud ha afectado el pensamiento de algunos cristianos, quienes han tratado de reemplazar la edificación de la predicación con el entretenimiento y el mensaje del pecado con la psicología.

Cristo no nos envió inclinados a la necedad. El mensaje del evangelio es el mismo hoy que en el primer siglo, puro y sin adulterar por la sabiduría de los hombres. En ella debemos permanecer firmes y sin vergüenza, sabiendo que es locura para los que se pierden, pero salvación para los que creemos (1 Corintios 15:58; Romanos 1:16; 1 Corintios 1:18). ¡Gloriémonos de ser “insensatos por amor de Cristo” (1 Corintios 4:10)!

(Traducido por Caleb B. Westbrook)

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Dios del Orden, Dios de la Luz, Dios de la Creación

La Biblia comienza con el libro de Génesis que contiene una gran cantidad de información sobre los comienzos de todo lo que vemos a nuestro alrededor. El nombre “Génesis” significa “El principio”, como claramente se llama apropiadamente. El primer versículo de la Biblia es muy popular, pero por una buena razón. Nos muestra la respuesta a nuestras preguntas sobre nuestros inicios. “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1). ¡El libro de Génesis clama que entendamos que el principio y la fuente de todas las cosas es Dios! Sin embargo, al contemplar esta realidad fundamental de que Dios es la fuente de todas las cosas, podríamos preguntarnos: “¿Cómo es este Dios de todas las cosas?” La asombrosa bendición que encontramos en Génesis 1 es que podemos aprender mucho sobre el carácter, el plan y el propósito de Dios para nosotros solo en el primer capítulo de la Biblia. Consideremos algunas enseñanzas vitales acerca de Dios de Génesis

1.Dios es un Dios de orden – En Génesis 1:2 vemos que “La tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.” En este punto, el estado de la tierra y el universo era puro caos y desorden. El texto bíblico transmite esto a través de las imágenes de “tinieblas”, “vacío” y “agua”. No había nada firme, nada ordenado, nada organizado. Pero aun con la creación en un desorden caótico, Dios no dejó el sistema en caos, sino que trajo Su orden para organizar y traer armonía al sistema de la creación. Incluso en Génesis 1:1, encontramos que Dios organiza el sistema de la creación en tiempo (“El principio”), espacio (“Los cielos”) y materia (“La tierra”). Estos son los tres fundamentos del universo observable que nos rodea. Dios hizo eso. Dios tenía un plan definido para poner orden en este sistema y no hizo nada por accidente o por casualidad.

Cuando pensamos en el propósito de Dios de traer orden al sistema del caos, podemos comprender mejor el propósito que Dios infunde, comparte y llama a la humanidad. Dios dice en Génesis 1:26: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra.” Dios ordena e invita a la humanidad a “ejercer dominio” (gobernar, dirigir) la creación. Esta declaración lleva la idea de que a la humanidad se le da la responsabilidad divina de continuar aplicando, enseñando y manteniendo el orden de Dios en la creación. Esto no solo se aplica a Adán y Eva, sino que Dios nos invita a todos a poner orden en el caos y el pecado de nuestras vidas mediante el poder de la santa palabra y los mandamientos de Dios. Cuando ponemos orden piadoso en nuestra vida, participamos del acto divino que Dios había establecido desde el principio y de su invitación de poner orden en el caos de nuestra conducta, de nuestro corazón y de toda nuestra vida.

2. Dios es un Dios de luz – El primer mandamiento de Dios en el sistema de la creación fue “Sea la luz” (Génesis 1:3). Dios solo tuvo que hablar, y trajo luz a la creación. La luz es necesaria para que vivamos. Sin luz, estaríamos irremediablemente perdidos y no podríamos funcionar, no solo a nivel físico sino también a nivel espiritual. El texto dice: “Dios vio que la luz era buena” (Génesis 1:4). El acto de Dios de traer luz al mundo fue un acto de amor y bondad. La luz es parte de la naturaleza de Dios. Él ilumina y revela todas las cosas. 1 Juan 1:5,7 dice: “Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla.…Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.” Dios trajo Su propia bondad e iluminación a este sistema en el que vivimos. La luz de Dios nos da esperanza, dirección y discernimiento. Hoy somos beneficiarios de la luz de Dios. Debemos mirarlo a Él cuando nos llama a caminar con Él a la luz de la verdad. Debemos salir de las tinieblas del pecado y aceptar la luz de Cristo.

3. Dios es el Dios de la creación – Mientras leemos acerca de todas las obras maravillosas de Dios a lo largo de Génesis 1, no podemos evitar sentirnos impresionados con el hecho de que nuestro Dios es el Amo y Señor de toda la creación. No hay nada en el universo que sea más grande que Él. Incluso la extensión aparentemente interminable del universo no es nada en comparación con la grandeza y el ser inconmensurable de Jehová, nuestro Dios. Dios hizo la creación para expresar Su obra y Su bondad. En tantos puntos de Génesis 1 encontramos la frase repetida, “y vio Dios que era bueno” (versículos 4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). La obra de Dios en la creación no es solo una colección de moléculas, sino que está infundida con el genio, el Espíritu, la bondad y el diseño de Dios. Dios es el maestro artesano de la maravillosa obra de la creación. Debido a que Él es el único Creador, solo Él tiene la autoridad (derecho a ordenar y hacer cumplir la obediencia) para todo dentro de este sistema. Solo Dios sabe la forma correcta en que se debe ordenar, usar y mantener la creación. Dios ha establecido el propósito, los tiempos, los límites y las leyes que sustentan la creación. Entonces, si Dios es el Señor de la Creación y cada uno de nosotros es parte de esta maravillosa creación, ¿qué nos dice eso acerca de quién debe tener autoridad y control sobre nuestras vidas?

Nuestro Dios está más allá de nuestro entendimiento. Pero lo alabamos porque nos ha revelado tanto conocimiento sobre su maravilloso carácter. Dios es nuestro Creador, Él es el Dios del Orden, el Dios de la Luz y el Dios de la Creación. ¡Vengan, inclinémonos ante Él! ¡Entreguemos nuestras vidas a Él en obediencia! ¡Él es el principio de todas las cosas y será el fin de todas las cosas! ¡Maravillémonos y asombrémonos de Él! ¡Amemos, obedezcamos y adoremos al Dios de toda la Creación!

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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