¿Cuál es tu propósito?

¿Qué propósito tiene tu vida? ¿Alguna vez te has pausado y has pensado profundamente sobre esa pregunta? Muchas personas corren a través de sus vidas sin pensar en el propósito último o verdadero al que sirven sus vidas. Muchas personas van al trabajo, pasan tiempo con su familia o disfrutan de su pasatiempo favorito sin pensar en la verdadera razón por la que están aquí y en lo que se supone que deben hacer con sus vidas. Sin embargo, la mayoría de las personas se dan cuenta de que hay algo más en esta vida que este mundo no puede proporcionar. El escritor de Eclesiastés afirma: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin.” (Eclesiastés 3:11).

Si bien todos buscamos algo eterno, no todos buscan un propósito duradero en el mismo lugar. Algunas personas intentan encontrar un sentido permanente de propósito a través de su trabajo, otras a través de la familia, otras a través de la caridad y otras a través del placer o el entretenimiento. Sin embargo, todas estas cosas terminan al final de nuestras vidas. La muerte nos enfrenta a cada uno de nosotros. Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” La realidad de la situación es que todos nosotros somos mortales y ninguno de los placeres que buscamos en esta vida posee ningún verdadero propósito o permanencia.

Salomón, quien fue el rey más rico y famoso de Israel, pasó toda su vida buscando placer y propósito a través de los diferentes medios que ofrecía el mundo. Salomón buscó el conocimiento, la sabiduría, la fama, el placer y la recreación. Incluso con todas estas actividades, nota la conclusión a la que llegó acerca de lo que el mundo tiene para ofrecer: “Miré luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me tomé para hacerlas; y he aquí, todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.” (Eclesiastés 2:11). Así es con nuestros esfuerzos aquí en la tierra. Hay tantas personas que pasan sus vidas persiguiendo sus pasiones, pero ¿con qué fin? Cada uno de nosotros morirá y los esfuerzos que gastamos terminarán allí. La felicidad es solo fugaz y momentánea, también lo es la pasión. El dinero y la riqueza son también esfuerzos meramente momentáneos: “El que ama el dinero no se saciará de dinero; y el que ama la riqueza no sacará fruto. También esto es vanidad.” (Eclesiastés 5:10).

Entonces, ¿qué queda para nuestro propósito? Si el mundo no puede ofrecernos algo concreto o permanente, ¿qué esperanza tenemos para un propósito que sea duradero y verdadero? La respuesta no se encuentra en los métodos del mundo. Se encuentra en algo mucho más profundo. Cada uno de nosotros tiene un deseo de permanencia, un deseo de eternidad. Este deseo no es un accidente, pero nos lo dio nuestro Creador. Como notamos en Eclesiastés 3:11, Dios puso la eternidad en nuestros corazones. ¡Por lo tanto, nuestro propósito duradero y verdadero solo puede ser cumplido por Dios! Salomón toma nota de esta conclusión en Eclesiastés 12:13-14, “El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.”

¡El verdadero propósito eterno solo se puede encontrar en Dios! Hay muchos que pueden intentar inventar un propósito, pero es solo un intento temporal que nunca puede satisfacer completamente nuestro deseo de verdad y de nuestro Dios. El apóstol Juan nota el contraste entre los deseos temporales del mundo y las cosas de Dios que realmente permanecen. Juan declara, “porque nada de lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:16-17).

Las cosas de este mundo terminarán, pero los que hacen la voluntad del Padre vivirán para siempre. Esta es una tremenda promesa y propósito para aquellos que responderán a la gracia de Dios y vivirán en obediencia a Él. Este es el único propósito que permanecerá más allá de la muerte. El propósito de amar y obedecer a Dios es el único propósito que tiene beneficio en esta vida y en la vida venidera. Cada uno de nosotros tendrá que comparecer ante el tribunal de Cristo y, si no hemos vivido nuestras vidas con el propósito de amarlo y obedecerlo, entonces nos encontraremos sin ningún propósito verdadero. ¡Qué terrible condición! Hay pocas cosas peores en la vida que sentir que tu vida no tiene sentido y no tiene ningún propósito. Con el mundo hay muchos que se sienten así porque no tienen suficiente dinero, pasión, fama o entretenimiento. La verdad es que la búsqueda de esas cosas te dejará sin propósito ni significado. Sin embargo, Dios nos ofrece a todos un mejor camino. ¡Dios nos proporcionará el propósito verdadero y duradero si miramos más allá de los placeres temporales de este mundo y buscamos su camino! Este propósito está disponible para todos, sin importar su riqueza, inteligencia, atractivo o popularidad. El propósito de Dios está disponible para toda su creación y su propósito eterno puede ser tuyo si lo buscas en fe y obediencia. Hebreos 11:6, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan.”

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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Carácter de compasión

Cuando pensamos en nuestras vidas como cristianos, ¿qué características nos vienen a la mente? Muchas personas piensan en vivir con rectitud, no participar en prácticas pecaminosas, asistir a servicios y ser activos en buenas obras. Todas estas cosas son importantes y definitivamente son parte de nuestro servicio cristiano, pero a veces puede haber características que podemos pasar por alto. Especialmente en el mundo de hoy donde las personas viven muy separadas o aisladas y a menudo tenemos prejuicios o sospechas de otras personas, puede ser difícil desarrollar ciertos atributos cristianos. Uno de esos atributos que puede ser desafiante es la característica de la compasión. Pablo instruye a los cristianos en Colosenses 3:12, “Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.”

Pablo dice que debemos vestirnos de compasión.  Aunque podamos estar de acuerdo en que la compasión es un aspecto importante de la vida cristiana, ¿por qué nos encontramos tan endurecidos a veces? ¿Por qué puede ser difícil ser verdaderamente amoroso y compasivo con los demás? Examinemos algunos de los problemas y soluciones a nuestra lucha por tener un carácter de compasión.

El desafío de la compasión

1. Desarrollar un carácter de compasión puede ser difícil debido a nuestro concepto de mérito. Muchas veces queremos ver el mundo a través de un sistema de mérito o acciones dignas. A menudo estamos dispuestos a ser amables o pacientes con otras personas que se comportan amablemente. Incluso podemos evaluar consciente o inconscientemente si alguien merece nuestro respeto, amabilidad o compasión en función de cómo nos tratan. Si bien este es un enfoque muy natural en el mundo, no es la forma en que Cristo nos ha llamado. Note el diferente estándar al que Jesús nos llama en Mateo 5:43-46-

»Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. 44 Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, 45 para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. 46 Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? 48 Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto.

2. Puede ser difícil tener compasión debido a experiencias pasadas. Hay momentos en los que tratamos de brindar ayuda, amor y compasión a otras personas, pero nuestros esfuerzos no dan mucho fruto productivo. Podemos sacrificar y dar a los demás, solo para que rechacen la verdad y traten de aprovecharse de nosotros. Los momentos en que vemos que las personas reaccionan pecaminosamente a nuestro servicio pueden causarnos un dolor tremendo. No hay manera de evitarlo. Cuando nos abramos al amor y vivamos de manera compasiva, seremos vulnerables. Este es un proceso difícil y doloroso, pero debemos superar el dolor y la preocupación y estar dispuestos a dar más de nosotros mismos. El apóstol Pablo sirve como un excelente ejemplo para nosotros. Incluso después de haber dado tanto a las iglesias, hubo muchos en Corinto que lo calumniaron y se apartaron de su enseñanza. ¿Cómo reaccionó? Pablo no se enfureció ni se enojó. No se encerró lejos de ellos. Pablo estaba dispuesto a seguir amándolos y mostrándoles compasión. 2 Corintios 12:15, “Y yo con mucho gusto gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré por sus almas. Si los amo más, ¿seré amado menos?” Debemos estar dispuestos a tener la misma persistencia y compromiso con la compasión.

Si bien es importante reconocer algunos de los obstáculos que podríamos tener para ser más compasivos, no es suficiente conocer nuestros desafíos. Debemos ser capaces de avanzar más allá de nuestros obstáculos hacia una mejor manera en Cristo. Jesús nos muestra un mejor camino a seguir en la compasión.

Como vestirnos con compasión

1. Necesitamos tener ojos como Jesús – Jesús estaba rodeado de muchas multitudes durante su ministerio. Si bien nos cansaríamos rápidamente de la interacción constante e incluso podríamos cuestionar los motivos de la atención de algunas personas, Jesús reaccionó a todas esas personas de una manera muy diferente. Cuando Jesús miraba a las personas, no las miraba por su mérito terrenal, ni por la posición económica, ni por su fama; Jesús miró el estado espiritual de las personas y las miró con amor. En Marcos 6:34 encontramos un ejemplo muy tierno y amoroso de cómo Jesús miraba a las personas: “Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.” Si realmente queremos vestirnos de compasión, primero debemos comenzar a mirar a los demás de manera diferente. En lugar de ver a las personas por medios físicos y juzgar su situación, deberíamos verlas como ovejas perdidas que necesitan ayuda y consuelo. Cuando transformamos la forma en que vemos, podemos comenzar a tener más compasión como nuestro Maestro, Cristo, tiene por nosotros.

2. Debemos entender cuánta compasión nos ha mostrado Jesús- cuando no tenemos compasión hacia los demás, en última instancia, estamos reflejando nuestra ignorancia y apatía hacia la compasión que Jesús ya nos ha mostrado. Jesús advierte sobre tal ingratitud hipócrita en Mateo 18:23-35, donde cuenta la historia del siervo a quien su amo le había perdonado una deuda impagable, que luego ese siervo fue duro e implacable con sus compañeros de servicio. ¡No debemos ser como ese siervo malvado e ingrato! Si luchamos por ser compasivos con los demás, debemos recordar cuánto Cristo ha tenido misericordia y compasión hacia nosotros. No debemos ser endurecidos o arrogantes, más bien debemos reflejar la actitud de nuestro Maestro al mostrar amor, paciencia y compasión. Realmente no podemos ser seguidores de Cristo si no entendemos cuánta compasión nos ha mostrado Jesús y si no compartimos y mostramos esa compasión con otras personas.

La gracia sea con todos ustedes,

Caleb B. Westbrook

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Siete “Ceros” Del Nuevo Testamento

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” – Juan 8:32

La mayoría de los estudiantes bíblicos están familiarizados con algunos de sus números claves. Por ejemplo, el numero cuarenta es clave al diluvio, la vida de Moisés, los Israelitas en el desierto, el ayuno de Cristo, y otros eventos bíblicos. Doce era el número de los hijos de ambos Ismael y Jacob. También es el número de los apóstoles, la edad de la hija de Jairo, y el número de las cestas recogidas después de la alimentación de los cinco mil. Hay otros números de los cuales podríamos hablar, pero ¿en alguna vez has pensado de los ceros en el Nuevo Testamento? Debido al que concepto matemático del cero no se desarrolló hasta siglos más tardes, la palabra cero no es mencionada en el Nuevo Testamento, pero hay algunas cosas que comúnmente se encuentran hoy que están visiblemente ausentes del Nuevo Testamento.

Cero # 1 – Recitaciones de la oración Ave María

Para muchos el término “Hail Mary” en inglés (Ave María) significa nada más que un pase largo intentado a finales de un partido de futbol americano, pero a millones más el Ave María, o Hail Mary, es un elemento importante de oración en su devoción religiosa. En conjunción con esto queremos hacer dos observaciones: 1) María verdaderamente fue una mujer especial (Lucas 1:28, 41-45, 46-48); 2) a pesar de su uso casual por parte de comentaristas del futbol americano, muchos de los que recitan el Ave María lo toman muy seriamente. Habiendo dicho esto, no hay una sola referencia para orar el Ave María en el Nuevo Testamento. Mientras que algunas de las frases que componen el Ave María están en el Nuevo Testamento, nunca se encuentran en un versículo junto como una oración que debe ser rezada. De hecho, no hay ni una sola referencia explícita a María después de Hechos 1. El libro de Hechos relata la historia de la predicación apostólica, y luego al leer las cartas a las diferentes iglesias e individuos, nunca leemos del Ave María, no leemos de María en lo absoluto, tampoco dice que hay que orarle.

Cero # 2 – Referencias a Pedro (o Cualquier Otro) como Papa

Aunque millones de gente creen que el papado empezó con Pedro, no hay evidencia de esto que se encuentra en el Nuevo Testamento. Pedro era un hombre casado (Mateo 8:14) el cual no permitió que Cornelio le adorara (Hechos 10:25, 26), y el mismo se describe a algunos simplemente como un “anciano también,” no como el Padre Santo (1 Pedro 5:1). Usted puede leer acerca de Pedro el Papa fuera del Nuevo Testamento, pero no encontrara ninguna mención de tal dentro de sus páginas.

Cero # 3 – Predicadores Llamados por el Titulo Reverendo

Reverendo se ha convertido en el titulo común colocado antes del nombre de predicadores, pero no hay base escritural para hacer esto. Mucha gente usa el título de “reverendo” para mostrar respeto o reverencia a un líder religioso. Reverencia significa “un respeto profundo, reverenciar, venerar.” La mayoría de las traducciones bíblicas no contienen la palabra, pero si se encuentra en Salmo 111:9 en la versión King James (en inglés) donde se aplica al nombre de Dios. Es un honor predicar el evangelio de Jesucristo (Romanos 10:15), pero tal trabajo no merece un título de exaltación. Prestemos atención a la advertencia dada a los discípulos en Mateo 20:26, 27- “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.” Jesús no quiere que exaltemos al hombre, sino que debemos reverenciar solo a Dios.

Cero # 4 – Mujeres Predicando a la Congregación

Mientras que las mujeres participaron en la difusión de las buenas nuevas acerca de Jesucristo (Hechos 8:4; 18:26;21:8 9), es obvio que cuando la congregación entera estaba reunida las mujeres debían guardar silencio (1 Corintios 14:23, 34, 35). En otro lugar Pablo, basado en la orden de creación y la naturaleza del primer pecado, declaró que a las mujeres no se les permitía enseñar en posiciones de autoridad sobre los hombres (1 Timoteo 2:11-14). Puede parecer extraño en nuestra cultura del siglo veintiuno, pero el número de mujeres predicadores en el Nuevo Testamento fue cero. ¿El cambio cultural de hoy nos da el derecho de cambiar ese número?

Cero # 5 – Música Instrumental en la Adoración de la Iglesia

Existen muchas referencias a la música instrumental en la adoración del Antiguo Testamento, tanto en 1 Crónicas y los Salmos, pero ninguno en el Nuevo Testamento. Debido a que encontramos varias referencias al cantar para los cristianos aquí en la tierra (por ejemplo en  1 Corintios 14:15; Efesios 5:19; Colosenses 3:16), pero ninguna del tocar instrumentos musicales en el Nuevo Testamento, ¿no hace la mención tan frecuente en el Antiguo Testamento aún más visible el cero en el Nuevo Testamento?

Cero # 6 – El Bautismo de Niños

Mientras millones de personas hoy en día fueron bautizados como infantes, no hay una sola mención de esta práctica en el Nuevo Testamento. Bautismos en el primer siglo eran para los de edad adecuada y suficiente maduros para creer, arrepentirse, y entregar su vida al Señor (Marcos 16:16; Hechos 2:38; Mateo 28:18, 19). Aunque se nos dice que algunos hogares fueron bautizados (por ejemplo en Hechos 16:33; 34), no todas las familias en ese tiempo ni ahora incluyen infantes. De hecho, la única vez que la edad se indica acerca de las personas bautizadas es en Hechos 8:12 donde leemos, “…se bautizaban hombres y mujeres.”Si el número de bautismos de niños en el Nuevo Testamento es cero, ¿por qué debe de haber unos hoy?

Cero # 7 – Gente Salvados por la “Oración del Pecador”

A incontables millones se les ha dicho que recen la oración del pecador, pero ningún apóstol de Jesucristo jamás dio semejante instrucciones. Pedro respondió a la pregunta de qué se debe hacer con una exhortación al arrepentimiento y el bautismo para remisión de los pecados (Hechos 2:37, 38). Después de haber visto al Señor en una visión Pablo pasó tres días orando, para que se le digiera, “Ahora, pues, ¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”(Hechos 22:16). En vez de rezar una oración que nunca se encuentra en el Nuevo Testamento, ¿no debemos hacer lo que el Salvador dijo en Marcos 16:16? “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”

Conclusión

¿Por qué se encentran tantos ceros del Nuevo Testamento en gran cantidad hoy? Mientras que muchas respuestas se podrían dar a esta pregunta, estamos seguros de que ninguna buena respuesta se encontrara. “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:8, 9). Por eso, la Biblia (la Palabra de Dios) debe ser nuestra única guía. ¡No debemos agregarle ni quitarle nada!

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(Autor original desconocido, editado y revisado por Caleb B. Westbrook)

La comunicación de Dios

Muchas personas hoy en día afirman recibir visiones o mensajes directamente de Dios. Algunas de estas personas afirman que Dios les da una revelación personal que está separada de la palabra de Dios (por ejemplo, “Dios me dijo directamente,” o “Dios me dio una visión directa,”). ¿Pero es esto cierto? ¿Cómo sabemos cómo se comunica Dios hoy? ¿Deberíamos esperar que se comunique directamente con nosotros a través de visiones o sueños? ¡Examinemos juntos la palabra de Dios para averiguarlo!

Hebreos 1:1-2 dice, “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo.” 

Este texto desde el comienzo de Hebreos es un texto de vital importancia para ayudarnos a entender cómo Dios se comunica con nosotros hoy. El escritor hebreo nota que Dios habló de diferentes maneras a los patriarcas (los padres) y a los profetas en la antigüedad. Al mirar el Antiguo Testamento, podemos ver muchas maneras diferentes que Dios eligió para comunicarse con la gente. Con algunas personas, Dios les habló directamente, como lo hizo con Abraham (Génesis 12:1-3). Con otros, Dios usó visiones, como con Nabucodonosor y Daniel (Daniel 2). A veces, Dios usó formas muy creativas para comunicarse con las personas, como cuando le dio a la burra de Balaam la capacidad de hablar (Números 22:21-39).

Pero, ¿qué dice Hebreos 1:1-2 para nosotros hoy? Dios no habla de las diversas maneras como lo hizo en el pasado con los profetas y patriarcas, sino que hoy nos habla a través de Jesucristo Su Hijo. Esta es una enseñanza de vital importancia para entender. Dios no nos va a dar revelación personal fuera de Jesucristo. Jesús es nuestro Mediador, lo que significa que Él sirve como Aquel que va entre nosotros y Dios (1 Timoteo 2:5). Además, Jesús nos dice muy claramente que nadie tiene acceso a Dios Padre sino a través de Él, “Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí.” (Juan 14:6). La única forma en que debemos esperar que Dios se comunique con nosotros hoy es a través de Jesucristo, Su Hijo.

La siguiente pregunta obvia que debemos hacernos es: “¿Cómo nos habla Dios a través de Jesús hoy?” La respuesta a esta pregunta se aclara en Hebreos 2:3-4, “¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que la oyeron. Dios testificó junto con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones repartidos del Espíritu Santo según Su propia voluntad.”

En este texto, encontramos que la “salvación tan grande” fue “anunciada primeramente por medio del Señor.” Jesús nos comunica su salvación y este evangelio (buenas nuevas de salvación) fue confirmado por “los que la oyeron” o en otras palabras: los apóstoles. Según Hebreos 2:3-4, Dios testificó con los apóstoles acerca de la confirmación del mensaje de salvación que podemos recibir de Cristo. ¿Qué significa eso exactamente? Significa que tenemos la comunicación de Cristo a través de su Palabra ya por medio de las palabras de los apóstoles, o también conocido como el Nuevo Testamento.

La escritura de Dios, la palabra escrita del Nuevo Testamento es como Jesús se comunica con nosotros hoy. Sabemos que esta comunicación de Dios es poderosa y viva, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón,” (Hebreos 4:12). La palabra escrita de Dios es cómo ha elegido comunicarse a través de Jesucristo hoy. Su palabra contiene la enseñanza inspirada de que necesitamos para ser más como Cristo – “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17)

Si Dios ha elegido comunicarse con nosotros hoy a través de su palabra, entonces debemos respetar su decisión. No debemos buscar ni inventar formas de comunicación que Él no haya comunicado o especificado. ¡Debemos respetar su autoridad y aceptar su comunicación solo a través de Cristo!

La gracia sea con todos ustedes,
Caleb B. Westbrook

¿Con quién andas?

La imagen de caminar en la Biblia lleva el significado de participación, comunión, relación y armonía. Se dice que grandes hombres de fe como Enoc y Noé caminaron con Dios. (Génesis 5:22, 6:9). Caminar con Dios debe ser la primera  prioridad en nuestras vidas. Debemos buscar tener comunión con Dios y caminar en la luz de la verdad como Él está en la luz (1 Juan 1:7).

Pero en nuestras vidas el camino que recorremos no es solo con Dios, sino también con otras personas. Estamos constantemente caminando con otros en esta vida. Nuestros amigos, familiares y compañeros de trabajo son todas las personas con las que caminamos en la vida. El tipo de caminar que mantenemos con los demás es una elección que hacemos. En el fondo si no nos ponemos de acuerdo con los que nos rodean entonces decidiremos no caminar con ellos o, dicho de otro modo, decidiremos no continuar ni desarrollar la relación con ellos. El acuerdo sobre los hechos básicos, las perspectivas y la verdad es un requisito fundamental para caminar juntos como seres humanos. Note lo que dice el profeta Amós en Amós 3:3, “¿Andan dos hombres juntos si no se han puesto de acuerdo?” Esta pregunta retórica en Amós se da en el contexto de Dios mostrando que Israel y Judá lo habían desobedecido y no andaban de acuerdo con Él. Pero el punto de aplicación para nosotros sigue en pie: aquellos con quienes caminamos son aquellos con quienes fundamentalmente encontramos algún acuerdo.

Por lo tanto, nos encontramos gravitando hacia aquellos con quienes estamos de acuerdo o tenemos armonía. Como dice el refrán: los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos. No debería sorprendernos que nuestras relaciones reflejen algo sobre nosotros mismos. Si somos amigos de personas piadosas, ¿qué dice eso acerca de nuestro carácter? No significa necesariamente que seamos piadosos, pero al menos tenemos algo en común con ellos. Lo contrario también es cierto. Si todos nuestros amigos cercanos son amigos impíos, puede mostrar que tenemos algo de acuerdo o en común con ellos.

Estar de acuerdo con los demás en nuestro caminar por la vida es inevitable, pero es una elección con respecto a las personas con las que caminaremos y con las que estaremos de acuerdo. Existe un peligro real de unirnos a las influencias impías de amigos y familiares impíos porque, aunque no estemos de acuerdo al principio, después de un tiempo de influencia sobre nosotros, podemos encontrarnos de acuerdo con ellos debido a su impacto a largo plazo sobre nuestros perspectivas y pensamientos. La Biblia nos advierte que debemos ser cautelosos con respecto a los amigos y compañía con los que caminamos. ¿Por qué? Porque su influencia puede llevarnos al cielo, o arrastrarnos al infierno. Observa algunos versículos de la Biblia sobre este tema:

1 Corintios 15:33 – No se dejen engañar: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres».

Proverbios 13:30 – El que anda con sabios será sabio, Pero el compañero de los necios sufrirá daño.

Gálatas 5:7-9 – Ustedes corrían bien, ¿quién les impidió obedecer a la verdad? Esta persuasión no vino de Aquel que los llama. Un poco de levadura fermenta toda la masa.

1 Corintios 5:7-8 – Limpien la levadura vieja para que sean masa nueva, así como lo son en realidad sin levadura. Porque aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado. Por tanto, celebremos la fiesta no con la levadura vieja, ni con la levadura de malicia y maldad, sino con panes sin levadura de sinceridad y de verdad.

Proverbios 22:24-25 – No te asocies con el hombre iracundo, Ni andes con el hombre violento, No sea que aprendas sus maneras Y tiendas lazo para ti mismo.

Proverbios 12:26 – El justo es guía para su prójimo, Pero el camino de los impíos los extravía.

En algunos de estos textos se usa la imagen de la levadura para advertir sobre influencias impías. La levadura es un hongo que se esparce por toda la masa y hace que crezca. Solo se necesita una cantidad muy pequeña de levadura y toda la masa se contaminará con la levadura. Lo mismo puede suceder con las influencias injustas en nuestras vidas. Debemos tener cuidado de no permitir que las influencias pecaminosas nos alejen de Dios. No debemos caminar con tales fuerzas pecaminosas ni ponernos de acuerdo con ellas. Así que honestamente debes preguntarte, “¿Con quién estás de acuerdo?” y “¿Con quién andas?”

En lugar de ser víctimas de las influencias impías de Satanás a través de las personas infieles con las que podemos caminar, debemos elegir desarrollar relaciones cercanas con el pueblo de Dios. Esto no quiere decir que nunca tendremos relaciones con no cristianos, claramente debemos en algunos contextos. Pero no deben ser las relaciones que tengan influencia sobre nosotros. Debemos ser cautelosos con la influencia que tenemos hacia los demás y que ellos tienen hacia nosotros. Por eso Pablo enfatiza la necesidad de caminar con otros cristianos y desarrollar relaciones profundas con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. “Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros.” (Romanos 12:10) Debemos dar preferencia en nuestro caminar con otros cristianos.

No importa con quién caminemos en este viaje de la vida, debemos ser conscientes de nuestras influencias y las influencias que otros tienen sobre nosotros. Porque nuestro objetivo final es ser fieles a Dios y caminar con Él en la verdad, la fe y el amor. Reflejemos nuestro acuerdo con Dios y con otros hermanos y hermanas en Cristo en las relaciones que elegimos y el caminar que mantenemos.

Miqueas 6:8 – Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, Sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, Y andar humildemente con tu Dios?

La gracia sea con todos ustedes,
Caleb B. Westbrook

Una pregunta simple

En Hechos 2:37 después de que Pedro condenó a los judíos en el día de Pentecostés de haber crucificado a Jesús, el Cristo, encontramos la reacción: “Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ‘Hermanos, ¿qué haremos?’”

Estos hombres y mujeres que tenían los corazones abiertos para recibir el mensaje del Evangelio hicieron una simple, pero poderosa pregunta: “¿Qué haremos?” Esta es una pregunta que cada uno de nosotros tiene que preguntarse en esta vida. Entendemos que cada uno de nosotros ha pecado y no ha alcanzado la gloria de Dios (Romanos 3:23) y que este pecado produce muerte espiritual en nuestras vidas (Romanos 6:23). Cuando nos damos cuenta de que estamos perdidos sin Dios, entendemos la desesperación en la pregunta: “¿Qué haremos?” ¿Qué esperanza podemos tener? Sin Cristo, la respuesta es ninguna esperanza en absoluto. Sin embargo, además de este grave estado en que nos encontramos como pecadores, debemos comprender la realidad del sacrificio de Cristo por nosotros. ¡Tenemos la oportunidad de ser liberados de nuestros pecados y ser redimidos por Dios! Pero la pregunta sigue siendo, ¿cómo es posible? y ¿qué debemos hacer?

La respuesta de Pedro es simple, clara y poderosa – Hechos 2:38 –

“Entonces Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.”

Estos judíos ya creyeron en el mensaje del evangelio, pero Pedro les dijo que todavía tenían que hacer algo para recibir el perdón de sus pecados (Hechos 2:38). Necesitaban arrepentirse (alejarse del pecado) y ser bautizados (sumergidos en agua para el perdón de sus pecados). Esta fue una respuesta simple y directa a la pregunta clara: “¿Qué haremos?”

Si no hemos sido obedientes al mensaje del evangelio y entendemos que hemos pecado y hemos quebrantado la ley de Dios, debemos preguntarnos la pregunta simple y poderosa: ¿qué haremos? Cada uno de nosotros tiene la opción de elegir seguir a Dios o no. Sin embargo, la elección tiene consecuencias eternas. Si elegimos obedecer a Dios y seguir Sus condiciones para recibir Su gracia, entonces tendremos la maravillosa esperanza de la vida eterna. Pero, si elegimos rechazarlo y desobedecer su Palabra, entonces no tendremos esperanza, solo la expectativa temerosa del castigo (2 Tesalonicenses 1:6-9).

Dios nos ha ofrecido a cada uno de nosotros la oportunidad de venir y obedecer. Él nos llama a responder en obediencia. ¿Qué haremos?

Otra aplicación importante de esta simple pregunta se encuentra en nuestras vidas cuando buscamos unirnos a una iglesia o grupo religioso. He visitado docenas de denominaciones y he descubierto que una de las preguntas más simples produce las respuestas más variadas entre las personas religiosas, la pregunta es: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Ya notamos la respuesta simple y directa de Pedro a la pregunta en Hechos 2:38, sin embargo, muchas personas enseñan otras cosas. No debería haber muchas respuestas diferentes a una pregunta tan simple, ¡sino solo una respuesta de la Biblia!

Algunos dicen a la pregunta “¿Qué debo hacer para ser salvo?”

-Solo necesitas vivir una buena vida moral

-Debes ser ordenado como católico

-Solo necesitas creer en Jesús y aceptarlo en tu corazón

-Necesitas arrepentirte y vivir una buena vida como un testigo de Jehová

-Necesitas hablar en lenguas milagrosas o tener una experiencia milagrosa para ser salvo

-Tienes que creer en el libro de Mormón

Hay muchas otras respuestas que los hombres dan a la pregunta simple: “¿Qué debemos hacer?” Pero ninguna de esas respuestas se encuentra en la Biblia. Puede evaluar rápidamente qué grupos religiosos realmente se están esforzando por seguir el patrón bíblico preguntándoles la simple pregunta: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Si sus respuestas no están de acuerdo con el patrón bíblico, está claro que no están enseñando lo que Dios está enseñando. Examina las Escrituras por ti mismo y encuentra la verdad clara y directa a la simple pregunta: “¿Qué haremos?”

Necesidad de fe – Hebreos 11:6 – “Y sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que recompensa a los que Lo buscan.”

Arrepentimiento – Hechos 3:19 – “Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor,”

Confesión – Romanos 10:9-10 – “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios Lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.”

Bautismo (inmersión en agua) para el perdón de los pecados – Mateo 28:19 – “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”

Marcos 16:16 – “El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.”

Continua en obediencia fiel a Dios – Hebreos 3:6 – “Pero Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza.”

¡Dejemos atrás la confusión de las tradiciones de los hombres y las denominaciones y busquemos ser obedientes a Dios! Busquemos la respuesta verdadera y bíblica en las Escrituras. Sabiendo lo que dicen las Escrituras, la pregunta simple aún queda para ti. ¿Obedecerás el llamado del evangelio? ¿Qué harás tú?

La gracia sea contigo,

Caleb B. Westbrook

No hay nadie como Él

El profeta Isaías hace una pregunta aguda: “¿A quién, pues, asemejarán a Dios? ¿O con qué semejanza lo compararán? (Isaías 40:18). Más adelante, en el mismo capítulo, Dios habla diciendo: “‘¿A quién, pues, ustedes me harán semejante para que yo sea su igual?’, dice el Santo.” (Isaías 40:25). Esto plantea una pregunta interesante para que contemplemos con honestidad y profundidad: ¿con quién compararía a Dios? Para examinar mejor esta pregunta y la profundidad que merece, examinemos algunos de los puntos fundamentales sobre la semejanza de Dios en Isaías 40.

1. Dios no es como la creación

Hay muchas personas en el mundo hoy que están asombradas por la naturaleza. Tanto es así que ven la naturaleza como la fuente o fuerza creativa de todo lo que nos rodea. Tristemente están equivocados, sirven a la creación más que al Creador. Ellos llaman a la naturaleza nuestra “madre”, pero la naturaleza no es nuestra madre, ella es nuestra hermana, creada por Dios nuestro único Padre (Génesis 1). Aunque la naturaleza es impresionante, debe tenerse en cuenta que existen limitaciones obvias para la naturaleza. Por ejemplo, la naturaleza no puede realmente crear nada. El sistema de la naturaleza puede cambiar y transformar cosas de una cosa a otra, pero no tiene el poder de crear algo de la nada. Las semillas se transforman con tierra y agua para convertirse en hermosas plantas, mueren y se convierten en tierra y el proceso se repite continuamente. Nada se crea verdaderamente, solo hay transferencia. La materia no se crea ni se destruye verdaderamente, simplemente pasa por cambios. Sin embargo, Dios, el Creador del universo, tiene verdadero poder de creación. Puede hablar y sacar algo de la nada (Génesis 1:3).

La creación (naturaleza) tampoco es personal. Hay vida asombrosa que brilla en toda la creación, pero no se comunica con la humanidad de manera directa o personal. No podemos conocer los pensamientos de la creación porque no son como los humanos. Dios, nuestro Creador, no es una fuerza impersonal, sino que tiene voluntad, personalidad, deseo y comunicación. Dios nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos y desea comunicarse con nosotros (Lucas 12:7-8).

Dios no es como la creación. Él está sobre la creación y la creación sirve para glorificarlo. Observe cuánto más grande es Dios que la naturaleza: “¿Quién midió las aguas en el hueco de Su mano, y con Su palmo tomó la medida de los cielos, o con un tercio de medida calculó el polvo de la tierra? ¿Quién pesó los montes con la báscula, Y las colinas con la balanza?” (Isaías 40:12). La respuesta a estas preguntas es: ¡Nuestro Dios ha hecho estas cosas! Así como consideramos que las partículas de polvo son insignificantes para nuestras actividades diarias, también lo es todo el polvo de la tierra, las montañas y las colinas para nuestro Dios maravilloso. Dios no es como la creación, pero la creación refleja características de su asombroso poder, amor y belleza.

2. Dios no es como el hombre

Otras personas en el mundo no se maravillan de la creación, más bien se maravillan de la humanidad o incluso de sí mismas. Algunos piensan que la humanidad es la medida de todas las cosas. Otros se ven a sí mismos de manera narcisista como el pináculo de la existencia. Hay tanta arrogancia dentro de nosotros para colocarnos como el centro de todas las cosas, sin embargo, muchos caen en esta trampa. Sin embargo, como la naturaleza, la humanidad no tiene un verdadero poder creativo. No podemos traer algo de la nada, no podemos extender nuestras vidas por nuestra propia voluntad. Estamos sujetos a tantas fuerzas externas. Cuando se ve objetivamente, la humanidad tiene muy poco poder por sus propios méritos.

¿Cómo se compara Dios? Dios no es como la humanidad. La humanidad es limitada, débil, arrogante y finita. Note cómo Isaías describe la supremacía de Dios sobre la humanidad: “Las naciones le son como gota en un cubo, y son estimadas como grano de polvo en la balanza. Él levanta las islas como al polvo fino…Todas las naciones ante Él son como nada, Menos que nada e insignificantes son consideradas por Él.” (Isaías 40: 15,17). Dios es mucho más grande que la humanidad. Si bien la humanidad puede tratar de posicionarse arrogantemente como duradera e inevitable, la soberanía y supremacía de Dios no serán violadas. Los humanos morirán y se debilitarán, Dios nunca terminará. Dios no es como la humanidad, es el “Dios eterno, el Señor, el Creador de los confines de la tierra.” (Isaías 40:28)

3. Dios no es como los ídolos

Si Dios no puede compararse con la naturaleza o con la humanidad, entonces no hay nada que pueda compararse con la maravilla y la grandeza del Dios Creador. Cualquier otra cosa que se exaltaría para tratar de tomar el lugar que le corresponde a Dios es un ídolo: un falso impostor arrogante que se hace pasar por nuestro Dios. Los ídolos pueden prometer grandes cosas, pero las promesas son mentiras huecas que traen destrucción. Isaías nota la inutilidad de los esfuerzos del hombre por crear y servir ídolos (Isaías 40: 19-20). Los ídolos necesitan hombres que los sostengan para que no se tambaleen (v.20). El único poder que realmente tienen los ídolos es la esclavitud en la que los hombres se han colocado voluntariamente al servir al ídolo. Si nadie sirve a un ídolo, el ídolo no tiene poder. Si nadie sirve a Dios el Creador, Él permanece siempre poderoso. Los ídolos necesitan a los hombres, Dios no necesita a los hombres, los hombres necesitan a Dios.

Por tanto, “¿con quién, pues, compararás a Dios?” ¡En todo el universo no hay nadie como Él! No tiene igual ni comparación. ¿Lo buscarás? ¿Lo conocerás? ¿Obedecerás al único Creador?

(Por Caleb Westbrook – solouncristiano@gmail.com)

Restauración del patrón

¿Alguna vez has cocinado algo y no salió bien? Sin duda, esto nos ha sucedido a la mayoría de nosotros. Sin embargo, cuando la comida sale mal, ¿qué hacemos? Sabemos que la respuesta es volver a la receta para saber si seguimos las instrucciones correctamente o no. La receta sirve como nuestra guía y estándar y nos instruye sobre la manera correcta de cocinar. Esta idea de regresar a la receta o patrón es común en todas nuestras vidas. Entendemos que para tener el producto adecuado debemos regresar y seguir el estándar.

Lo mismo es cierto en los principios religiosos. Esto fue evidente entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, los israelitas. En Nehemías, capítulo 8, encontramos que los israelitas habían regresado a la ciudad de Jerusalén después de su cautiverio y habían trabajado en la reconstrucción de la ciudad. En sus esfuerzos también buscaron restaurar la adoración apropiada que Dios les había ordenado. Entonces, hicieron que el sacerdote Ezra les leyera la palabra de Dios. Ezra leyó de la ley de Dios y los sacerdotes ayudaron a la gente a entender los mandamientos. “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” (Nehemías 8:8). Entendieron que habían pecado y que necesitaban regresar al patrón apropiado de los mandamientos de Dios.

Mientras la gente escuchaba la ley de Dios, descubrieron que habían estado descuidando uno de los mandamientos de Dios. “Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo;” (Nehemías 8:14). ¿Cómo respondió la gente al descubrimiento de este mandamiento? Inmediatamente se arrepintieron y buscaron completar el mandamiento que Dios les había dado. Observaron la fiesta de los tabernáculos por primera vez en cientos de años (Nehemías 8:17). Después de haber vuelto al mandamiento del Señor, continuaron dedicando sus vidas a escuchar y obedecer la ley de Dios. “Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito.” (Nehemías 8:18).

La historia de los israelitas en Nehemías 8 es una historia de restauración y regreso a obedecer los mandamientos de Dios. Hay muchas lecciones que debemos aprender de este ejemplo. Examinemos 3 aplicaciones primarias juntas.

  1. Para tener una verdadera restauración, debemos regresar al estándar y patrón de Dios.

La Palabra de Dios sirve como la receta y el estándar para nuestras vidas. Él nos ha dado la verdad a través de Su Palabra y debemos seguir el patrón que Él ha establecido si queremos amarlo y tener comunión con Él. 2 Juan 6 dice, “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.” Su palabra es el único estándar que debemos seguir. Su palabra sola es la fuente de inspiración y vida. “Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17).

Si apelamos a cualquier otro estándar, no tendremos éxito. Todos los demás patrones de hombres solo producirán pecado y separación de Dios. Debemos confiar solo en su palabra y solo apelar a su autoridad. Si tratamos de usar las tradiciones, los consejos religiosos, las costumbres o cualquier otra autoridad del hombre, no encontraremos restauración ni vida. La autoridad del hombre solo produce pecado y vanidad. “Este pueblo me honra con los labios; Pero su corazón está lejos de mí. Mas en vano me rinden culto, Enseñando doctrinas que son preceptos de hombres.” (Mateo 15:8-9).

Busquemos la verdadera restauración volviendo a la única fuente de vida: el patrón y el estándar de la Palabra de Dios.

 

  1. Si deseamos la comunión y la restauración con Dios, debemos estar dispuestos a cambiar y seguir Sus mandamientos.

No es suficiente volver a la receta o patrón verdadero si sabemos que hemos cometido un error. Debemos estar dispuestos a hacer los cambios apropiados en nuestras vidas cuando descubramos que nuestras vidas no están de acuerdo con el estándar de la palabra de Dios. Este deseo de cambiar y seguir el patrón de Dios se conoce como “arrepentimiento” en la Biblia.

Lamentablemente, hay muchas personas que ven lo que exige la palabra de Dios y simplemente no quieren cambiar sus vidas. Los israelitas en Nehemías 8 no fueron así. Después de que aprendieron la verdad, inmediatamente buscaron arrepentirse y seguir los mandamientos de Dios. Cuando miramos el estándar de Dios en Su palabra, debemos mirarlo con un corazón abierto, uno que esté ansioso y listo para cambiar.

Este arrepentimiento es necesario para nuestra restauración y salvación. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,” Hechos 3:19. Que todos tengamos corazones abiertos listos para regresar al patrón de la palabra de Dios y listos para hacer los cambios necesarios para estar bien con Él.

  1. La restauración no es un acto de una sola vez, sino una dedicación continua a conocer y seguir la Palabra de Dios como Él lo ha ordenado.

Tal como vimos en Nehemías 8:18, nosotros también debemos dedicarnos continuamente al trabajo de restauración. Necesitamos leer diariamente de la palabra de Dios y examinarnos a nosotros mismos para ver si realmente estamos siguiendo la palabra de Dios. “Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis bien a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? A menos que estéis reprobados.” (2 Corintios 13:5).

Puede ser fácil volverse complaciente y fracasar en nuestros esfuerzos por la restauración. Debemos entender que la obra de restauración de Dios en nuestras vidas nunca se completa completamente hasta que alcancemos nuestro objetivo de estar con Él. En esta vida, nunca debemos pensar que hemos “llegado”. Más bien, debemos buscar continuamente conformarnos a su patrón en todos los aspectos de nuestras vidas.

¡Que todos seamos como los israelitas en Nehemías 8! ¡Que tengamos el amor de Dios para seguir Su palabra y buscar la restauración de nuestras almas que solo Él puede proveer! ¡No vayamos a las autoridades de los hombres para nuestras prácticas, sino que todos aceptemos el verdadero patrón de autoridad que está en Cristo por medio de Su palabra!

(por Caleb B. Westbrook)

¿Qué sucede en el bautismo bíblico?

Nuestros pecados son perdonados“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38)

Nuestros pecados son lavados“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.” (Hechos 22:16)

Somos sepultados con Cristo“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romans 6:3-4)

Recibimos la circuncisión espiritual de Cristo“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” (Colosenses 2:11-12)

Estamos vestidos de Cristo“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” (Galatas 3:27)

Somos salvos“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,” (1 Pedro 3:21) // “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16).

Somos agregados a la Iglesia“Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hechos 2:47).

Dios solo ha comunicado una manera de llegar a estas bendiciones espirituales. No hay otra manera en que Dios haya comunicado que una persona puede ser salvada hoy a menos que crea, se arrepienta, confiese y se bautice. Sin el bautismo (inmersión) para el perdón de los pecados, entonces no hay otra forma comunicada para ser salvo.

¡La gracia sea con todos ustedes!

~Caleb Westbrook

Dios, el Dador de todos buenos dones

Nuestras vidas a menudo están llenas de desafíos, desalientos y dolor. Los problemas en este mundo a veces pueden hacernos dudar si Dios quiere que tengamos éxito o no. Sin embargo, necesitamos entender la verdad de lo que está presente en esta vida. Note lo que se dice sobre el carácter de Dios en Santiago 1:17 – “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”

Dios nos da cosas buenas y maravillosos regalos en esta vida. En el contexto de Santiago 1, encontramos que Santiago está respondiendo al argumento de que algunos dirían que Dios los está tentando y que quería que fallaran (Santiago 1:13). James nos muestra la verdad de la situación. Pecamos y tropezamos a causa de nuestros deseos egoístas que a su vez produce la muerte espiritual (Santiago 1: 14-15). El problema del dolor y el mal no proviene de Dios, sino del pecado.

La triste realidad del pecado significa que vivimos en un mundo donde hay dolor, muerte y maldad. Estas cosas terribles no provienen de Dios, sino de Satanás y del pecado. Satanás, a diferencia de Dios nuestro Padre, es nuestro enemigo que quiere destruirnos. Pedro dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5:8)

Por lo tanto, cuando enfrentamos el dolor y el mal en nuestras vidas, debemos saber que estos problemas no son enviados por Dios, porque Él es el dador de todas las cosas buenas. Los problemas de la vida provienen de Satanás y el pecado. Dios no es así. Él nos ama y se preocupa por nosotros. Dios quiere que tengamos éxito! Él nos ha dado el mejor regalo del cielo, Jesús quien murió por nuestros pecados (Juan 3:16). ¡Confiemos en Él porque nos da todas las buenas bendiciones que disfrutamos en esta vida!

¡La gracia sea con todos ustedes!

~Caleb Westbrook