Los judíos, a pesar de sus malos motivos para poner a prueba a Jesús, le hicieron una pregunta muy importante: “¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Jesús les da la vuelta a la pregunta y les pregunta sobre la autoridad del bautismo de Juan. Incluso los judíos reconocen que solo hay dos opciones de autoridad: 1) el cielo o 2) el hombre. La mayoría de nosotros reconocemos el concepto de autoridad a nuestro alrededor. Los gobiernos tienen autoridad sobre sus ciudadanos, los padres tienen autoridad sobre sus hijos, los jefes tienen autoridad sobre sus empleados. En pocas palabras, la autoridad es “el derecho a ordenar o hacer cumplir obediencia.” La autoridad está a nuestro alrededor todos los días y todos nosotros seguimos una autoridad en nuestras vidas. No podemos escapar de la autoridad, pero podemos elegir a qué autoridad nos someteremos.
Aunque Pilato como gobernador romano tenía autoridad para gobernar a sus súbditos, vemos que su autoridad no se originó en él mismo. “Pilato entonces le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte?». Jesús respondió: «Ninguna autoridad tendrías sobre Mí si no se te hubiera dado de arriba…” (Juan 19:10-11). Esto nos enseña una lección muy importante, a saber, que toda la autoridad que existe en el mundo hoy en día es derivada o permitida por Dios mismo. Dios es la máxima autoridad de todas las cosas. ¿Por qué? Porque Él es el Creador y solo Él tiene el derecho de dirigir cómo se debe operar Su creación (Génesis 1:1, 1:26-27). Parte del énfasis del libro de Mateo es que Jesús es la manifestación de la autoridad de Dios. Jesús habló con autoridad (Mateo 7:28-29), Dios dijo específicamente que debemos escuchar solo a Cristo (Mateo 17:5) y Jesús mismo declaró antes de su ascensión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18). Debido a que Jesús tiene toda la autoridad, Él tiene el derecho de mandar y hacer cumplir la obediencia. Él permite toda otra autoridad que pueda existir, pero ninguna autoridad inferior o sujeta debe contradecir o tratar de rebelarse contra la autoridad de Cristo. Tristemente, muchas personas hoy en día quieren crear sus propios estándares de autoridad (autoridad del hombre). Examinamos algunos de estos estándares humanos e intentamos entender por qué son malos sustitutos de la autoridad de Cristo cuando la gente abusa de ellos.
- El Gobierno – Los gobiernos se dan para orden, organización y protección (Romanos 13:1-7). Estamos obligados a someternos a su autoridad y honrar a nuestros líderes (1 Pedro 2:13-14). Sin embargo, la autoridad del gobierno no es la máxima autoridad en nuestras vidas. Si el gobierno alguna vez nos dice que hagamos algo que es contrario a la autoridad de Cristo, entonces no debemos seguir esa autoridad. Pedro y los apóstoles se enfrentaron a esta situación cuando el gobierno judío les dijo que dejaran de predicar a Cristo. Los apóstoles se dieron cuenta de que su fidelidad era primero a Dios antes que a los hombres y Pedro declaró con valentía: “Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres.” (Hechos 5:29). A veces, las personas apelan al gobierno o a la legalidad de una acción para obtener la aprobación de dicha acción. Si bien debemos esforzarnos al máximo para obedecer pacíficamente las leyes del país, debemos darnos cuenta de que el gobierno no tiene la máxima autoridad en nuestras vidas.
- La Familia – La familia es una maravillosa bendición en la vida y una fuerte fuente de significado y autoridad. Los hijos deben obedecer a sus padres y someterse a su disciplina (Efesios 6:1-2). Sin embargo, si los padres o la familia tienen tradiciones que son contrarias a la palabra de Dios, los miembros de la familia deben decir “no” y poner su fidelidad a Dios por encima de su fidelidad a los deseos de su familia. A veces, las familias pueden tener tradiciones pecaminosas como la embriaguez, la lascivia, la falsa doctrina u otros comportamientos pecaminosos y en estos momentos los cristianos deben ponerse de pie y decir: “Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres.” (Hechos 5:29). Jesús nota la necesidad de elegir Su autoridad sobre la autoridad de nuestra familia en Mateo 10:37-38: “El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí.Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí.”
- La Iglesia Local – La iglesia local es una tremenda bendición de santos unidos que viven como familia y trabajan juntos en el Señor. El Señor le ha dado a la iglesia local áreas de autoridad para ejercer en asuntos de instrucción, aliento y disciplina (2 Tesalonicenses 3:1-16). Tristemente, muchas personas en el mundo de hoy miran a su iglesia local como “la autoridad” en lugar de a Cristo como su verdadera autoridad. Cuando se enfrentan a preguntas bíblicas o doctrinas, muchas personas confiarán en “lo que dice su pastor”, o “lo que enseña su iglesia”, o “lo que cree un grupo de iglesias.” Muchas personas pondrán su esperanza y confianza en lo que dirán los hombres en lugar de poner su confianza en lo que Cristo dice a través de Su santa palabra. No debemos tener la “doctrina de la iglesia” como nuestra autoridad, sino que debemos tomar lo que dice la palabra de Dios como nuestra autoridad. Si la iglesia de la que somos parte no está enseñando la palabra de Dios como su única autoridad, entonces debemos exigir respetuosamente que volvamos a la palabra de Dios. La iglesia local no es perfecta, Cristo es perfecto, por eso Él es nuestra máxima autoridad y la iglesia local no lo es. La iglesia local (por más que sea una bendición), solo se compone de hombres falibles, pero la Biblia es la perfecta palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16-17). Si alguna vez nos encontramos en una encrucijada donde encontramos que la “doctrina de la iglesia” se opone a la autoridad de la palabra de Dios, entonces debemos decir humildemente: “Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres.” (Hechos 5:29)
En cada uno de estos ejemplos hemos visto cómo las personas confunden cosas que tienen grados de autoridad en nuestra vida y las ponen en lugar del único Verdadero que tiene toda autoridad: Jesucristo (Mateo 28:18). Necesitamos respetar a las autoridades en nuestras vidas, pero solo debemos ser fieles y confiar en el estándar y la autoridad supremos de la palabra de Dios. Cuando se nos pregunta: “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” Asegurémonos de que no estamos siguiendo los estándares falibles de la autoridad del hombre, sino que solo estamos siguiendo, confiando y obedeciendo la autoridad del cielo y de Jesucristo.
“Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18).
“Mientras estaba aún hablando, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: «Este es Mi Hijo amado en quien Yo estoy complacido; óiganlo a Él».” (Mateo 17:5)
La gracia sea con todos ustedes,
Caleb B. Westbrook
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