Como cristianos, hablamos mucho de Dios. Oramos a Dios todos los días, escuchamos lecciones acerca de Dios y leemos Su Palabra. Sin embargo, con todo lo que hablamos acerca de Dios, a veces podemos caer en la trampa de olvidar cuán grande y maravilloso es realmente Dios. Podemos volvernos demasiado familiares o cómodos con Él. Es refrescante y necesario recordarnos constantemente que todo lo que hacemos debe estar dirigido a Dios (Colosenses 3:17). Dios no es una cosa, ni un ser imaginario, ni es una cosa que servimos, sino que es el “Quién”, es el Uno sobre todas las cosas, es nuestro Padre. Dios es el Ser más elevado que jamás podríamos concebir y si pensamos que podemos envolver nuestras mentes alrededor de Dios, entonces nuestro concepto de Dios está equivocado. Dios es infinito y eterno. Necesitamos estar constantemente asombrados por Su grandeza.
¿Cuándo fue la última vez que te detuviste y te impresionó Dios? ¿Alguna vez te has impresionado sin palabras con Dios? ¿Alguna vez has sentido el profundo asombro al tratar de concebir al inconcebible y eterno Creador? Si no es así, querido amigo, te estás perdiendo un gozo verdaderamente especial y una parte maravillosa de tu relación con Dios.
Dios no guarda silencio sobre su grandeza. Él no se está jactando ni alardeando, sino simplemente describiendo la realidad de quién es Él. La Biblia está llena de ejemplos y testimonios de la grandeza y majestad de Dios. Consideremos algunos puntos de la grandeza de Dios expresada en la Palabra de Dios para ayudar a reavivar la chispa de asombro en nuestro corazón para que Jehová nuestro Padre realmente nos impresione.
1. Debemos estar impresionados por Dios al ver Su obra en la creación.
Nota lo que dice el salmista acerca de la grandeza de Dios vista en Su obra de la creación: “Los cielos proclaman la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día, Y una noche a la otra noche revela sabiduría. No hay mensaje, no hay palabras; No se oye su voz. Pero por toda la tierra salió su voz, Y hasta los confines del mundo sus palabras.” (Salmo 19:1-4a). Muchas veces estamos asombrados por la creación que nos rodea. Cuando nos paramos en la playa y vemos un hermoso atardecer, cuando subimos una montaña para ver el amanecer, cuando vemos las hermosas cascadas a nuestro alrededor; hay innumerables maneras de quedar impresionado y asombrado al contemplar la creación que nos rodea. Desde las mejores vistas hasta el organismo microscópico, hay orden y belleza a nuestro alrededor. ¿Cómo no vamos a estar impresionados?
Sin embargo, muchas personas se asombran al ver la naturaleza, pero no se dan cuenta de que el creador de toda esta maravillosa belleza es mucho más impresionante que la creación misma. Dios es Aquel que pronunció Su Palabra para crear todas las cosas que vemos (Génesis 1:1-3, Hebreos 11:3) “Porque toda casa es hecha por alguno, pero el que hace todas las cosas es Dios.” (Hebreos 3:4) Las obras maravillosas de Dios son prueba de que Él es un Dios de verdad, bondad, belleza y orden. Cuando apreciamos los hermosos momentos de la vida, debemos centrarnos más profundamente en Aquel que creó todos esos momentos y bendiciones: ¡nuestro Padre impresionante y maravilloso!
2. Debemos estar impresionados por la majestad y el poder de Dios al ver sus juicios
¿Alguna vez has estado en una ciudad importante como Nueva York o Londres? Las vastas ciudades y los altos edificios que la humanidad ha construido son verdaderamente espectáculos para la vista. Sin embargo, Dios es mucho más grande e impresionante que cualquier cosa que la humanidad pueda esperar imaginar. Al describir la grandeza de Dios, el profeta Isaías declara: “Las naciones le son como gota en un cubo, Y son estimadas como grano de polvo en la balanza. Él levanta las islas como al polvo fino.” (Isaías 40:15). Sin embargo, desde los primeros días de la humanidad, la gente ha buscado levantar torres idólatras de codicia, poder y orgullo para tratar de atacar la grandeza de Dios (ver el ejemplo de la torre de Babel – Génesis 11:1-9). Vez tras vez, Dios ha traído juicio contra las naciones malvadas. Incluso las naciones más poderosas de las que la historia ha sido testigo, como los imperios egipcio, babilónico, persa y romano, encontraron su fin cuando Dios trajo Su juicio contra ellos.
Nada de lo que puedan hacer las naciones puede detener el asombroso poder de Dios. “Porque del Señor es el reino, Y Él gobierna las naciones.” (Salmo 22:28). Dios es más poderoso y asombroso que cualquier nación o ejército. Él es el Señor de los ejércitos y los juicios que ejecuta son verdaderamente terribles y nos humillamos al contemplarlos. Su poder es insuperable. “Vengan, contemplen las obras del Señor, Que ha hecho asolamientos en la tierra; Que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; Quiebra el arco, parte la lanza, Y quema los carros en el fuego. Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; Exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra.” (Salmo 46:8-10).
Los juicios que Dios trae contra las naciones arrogantes del hombre no son más que un presagio del juicio final que Dios traerá a todas las personas. Dios será un juez justo y ejecutará un juicio perfecto. No habrá nada comparado con el juicio final que Dios traerá (2 Corintios 5:10).
3. Debemos estar impresionados por Dios debido a Su amor eterno por nosotros.
Aunque podemos estar impresionados por la maravillosa obra de creación de Dios y sus juicios incomparables, lo más impresionante de Dios que debería conmovernos en lo profundo de nuestras almas es el amor constante de Dios por nosotros. Aunque todos hemos pecado y rechazado Su ley (Romanos 3:23) y hemos sido Sus enemigos (Romanos 5:9-10), Dios todavía ha elegido amarnos hasta el punto de enviar a Su propio Hijo a morir por nosotros. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Cuando comprendemos la terrible consecuencia de nuestro pecado, debemos ser movidos con gran amor para quedar completamente impresionados por el amor de nuestro maravilloso Dios y Padre.
La gracia sea con todos ustedes,
Caleb B. Westbrook
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