El profeta Isaías hace una pregunta aguda: “¿A quién, pues, asemejarán a Dios? ¿O con qué semejanza lo compararán? (Isaías 40:18). Más adelante, en el mismo capítulo, Dios habla diciendo: “‘¿A quién, pues, ustedes me harán semejante para que yo sea su igual?’, dice el Santo.” (Isaías 40:25). Esto plantea una pregunta interesante para que contemplemos con honestidad y profundidad: ¿con quién compararía a Dios? Para examinar mejor esta pregunta y la profundidad que merece, examinemos algunos de los puntos fundamentales sobre la semejanza de Dios en Isaías 40.
1. Dios no es como la creación
Hay muchas personas en el mundo hoy que están asombradas por la naturaleza. Tanto es así que ven la naturaleza como la fuente o fuerza creativa de todo lo que nos rodea. Tristemente están equivocados, sirven a la creación más que al Creador. Ellos llaman a la naturaleza nuestra “madre”, pero la naturaleza no es nuestra madre, ella es nuestra hermana, creada por Dios nuestro único Padre (Génesis 1). Aunque la naturaleza es impresionante, debe tenerse en cuenta que existen limitaciones obvias para la naturaleza. Por ejemplo, la naturaleza no puede realmente crear nada. El sistema de la naturaleza puede cambiar y transformar cosas de una cosa a otra, pero no tiene el poder de crear algo de la nada. Las semillas se transforman con tierra y agua para convertirse en hermosas plantas, mueren y se convierten en tierra y el proceso se repite continuamente. Nada se crea verdaderamente, solo hay transferencia. La materia no se crea ni se destruye verdaderamente, simplemente pasa por cambios. Sin embargo, Dios, el Creador del universo, tiene verdadero poder de creación. Puede hablar y sacar algo de la nada (Génesis 1:3).
La creación (naturaleza) tampoco es personal. Hay vida asombrosa que brilla en toda la creación, pero no se comunica con la humanidad de manera directa o personal. No podemos conocer los pensamientos de la creación porque no son como los humanos. Dios, nuestro Creador, no es una fuerza impersonal, sino que tiene voluntad, personalidad, deseo y comunicación. Dios nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos y desea comunicarse con nosotros (Lucas 12:7-8).
Dios no es como la creación. Él está sobre la creación y la creación sirve para glorificarlo. Observe cuánto más grande es Dios que la naturaleza: “¿Quién midió las aguas en el hueco de Su mano, y con Su palmo tomó la medida de los cielos, o con un tercio de medida calculó el polvo de la tierra? ¿Quién pesó los montes con la báscula, Y las colinas con la balanza?” (Isaías 40:12). La respuesta a estas preguntas es: ¡Nuestro Dios ha hecho estas cosas! Así como consideramos que las partículas de polvo son insignificantes para nuestras actividades diarias, también lo es todo el polvo de la tierra, las montañas y las colinas para nuestro Dios maravilloso. Dios no es como la creación, pero la creación refleja características de su asombroso poder, amor y belleza.
2. Dios no es como el hombre
Otras personas en el mundo no se maravillan de la creación, más bien se maravillan de la humanidad o incluso de sí mismas. Algunos piensan que la humanidad es la medida de todas las cosas. Otros se ven a sí mismos de manera narcisista como el pináculo de la existencia. Hay tanta arrogancia dentro de nosotros para colocarnos como el centro de todas las cosas, sin embargo, muchos caen en esta trampa. Sin embargo, como la naturaleza, la humanidad no tiene un verdadero poder creativo. No podemos traer algo de la nada, no podemos extender nuestras vidas por nuestra propia voluntad. Estamos sujetos a tantas fuerzas externas. Cuando se ve objetivamente, la humanidad tiene muy poco poder por sus propios méritos.
¿Cómo se compara Dios? Dios no es como la humanidad. La humanidad es limitada, débil, arrogante y finita. Note cómo Isaías describe la supremacía de Dios sobre la humanidad: “Las naciones le son como gota en un cubo, y son estimadas como grano de polvo en la balanza. Él levanta las islas como al polvo fino…Todas las naciones ante Él son como nada, Menos que nada e insignificantes son consideradas por Él.” (Isaías 40: 15,17). Dios es mucho más grande que la humanidad. Si bien la humanidad puede tratar de posicionarse arrogantemente como duradera e inevitable, la soberanía y supremacía de Dios no serán violadas. Los humanos morirán y se debilitarán, Dios nunca terminará. Dios no es como la humanidad, es el “Dios eterno, el Señor, el Creador de los confines de la tierra.” (Isaías 40:28)
3. Dios no es como los ídolos
Si Dios no puede compararse con la naturaleza o con la humanidad, entonces no hay nada que pueda compararse con la maravilla y la grandeza del Dios Creador. Cualquier otra cosa que se exaltaría para tratar de tomar el lugar que le corresponde a Dios es un ídolo: un falso impostor arrogante que se hace pasar por nuestro Dios. Los ídolos pueden prometer grandes cosas, pero las promesas son mentiras huecas que traen destrucción. Isaías nota la inutilidad de los esfuerzos del hombre por crear y servir ídolos (Isaías 40: 19-20). Los ídolos necesitan hombres que los sostengan para que no se tambaleen (v.20). El único poder que realmente tienen los ídolos es la esclavitud en la que los hombres se han colocado voluntariamente al servir al ídolo. Si nadie sirve a un ídolo, el ídolo no tiene poder. Si nadie sirve a Dios el Creador, Él permanece siempre poderoso. Los ídolos necesitan a los hombres, Dios no necesita a los hombres, los hombres necesitan a Dios.
Por tanto, “¿con quién, pues, compararás a Dios?” ¡En todo el universo no hay nadie como Él! No tiene igual ni comparación. ¿Lo buscarás? ¿Lo conocerás? ¿Obedecerás al único Creador?
(Por Caleb Westbrook – solouncristiano@gmail.com)